viernes, 9 de mayo de 2025

Coincidencia 60. Puértolas, Escuain, Añisclo, Carlos, Bea, conversaciones gratis

             

Se acababa de dar un baño tonificante de cuerpo y alma, estaba completamente solo en una poza de agua fría y cristalina, disfrutaba de la soledad. Justo cuando se disponía a marcharse aparecía una pareja joven, no supo precisar su edad, jóvenes de alma y entre 35 y 40 en lo físico, si algún día leyeran este texto ellos mismos lo podrían corroborar. David solía gastar ese tipo de bromas cuando se encontraba en esas situaciones, era su forma tantear a las personas, según fuera su respuesta ya sabía frente a qué tipo de personas se encontraba;

-Perdonad, pero esta poza está reservada para mi- 

ellos se quedaron sorprendidos unos segundos, pero al momento le seguían la corriente,  sus gestos y miradas delataban una conexión instantánea, como esas veces en que alguien te cae bien sin conocerle y sin saber por qué. Fue una conversación breve, pero con los mínimos gestos comunicativos que al que escribía le gustaban. Era viernes, acababan de llegar a zona y agradecían con sinceridad la información que David les daba;

 -La montaña de enfrente es Peña montañesa, yo esta mañana he subido a Castillo Mayor, que es la montaña de aquí atrás y que destaca frente a la Peña...el agua del río está genial...esta zona es brutal de bonita...-por supuesto, no falto la típica pregunta, 

- ¿de dónde sois? -

Eran de Valencia, el que escribía les dijo que él era de Barcelona, y eso fue todo. David recogió sus cosas y se fué.

  Los pensamientos de David, a quien le encantaban las personas, siempre iban libres al margen de lo que estuviera haciendo. Dicen que por la mente de las personas vagan libres miles de pensamientos, ahora en su mente vagaban preguntas, pero no era el, eran sus pensamientos, 

-¿Subirían estos chicos a alguno de los sitios que les he aconsejado? ¿Qué edad tendrán? ¿A qué se dedicarán? ¿Qué historias de montaña o de vida habrá detrás de una pareja tan maja?-

 En fin, se perdía en sus pensamientos entramados con otras historias, se imaginaba a Biel, la pareja de su hijo pequeño Iván, a quien le encantaba la montaña, pero que nunca había subido a una cima de esa bonita zona, y lo imaginaba subiendo a Castillo Mayor, se acordaba de anécdotas de aquel bonito proyecto de las conversaciones gratis o visualizaba mentalmente la salida Joelette del siguiente fin de semana. Sus pensamientos iban y venían al ritmo de Amy MacDonald, cuya voz se fundía con el rumor del rio, en el coche sonaba, “Is This What You've Been Waiting For?”. Cuando descubría una canción que le gustaba la escucha en bucle durante varios días, y la música a todo volumen en el coche era la guinda final de la celebración de una bonita mañana de montaña, de agua y de personas. Llegaría a casa y explicaría su excursión, tantas veces repetida desde años atrás y que tanto le conectaba con aquella montaña.

                                 

  David había seguido sus días de relax con la familia, ese día tocaba ir al cañón de Añisclo. Tiempo atrás habían visitado la zona, pero el cañón estaba cerrado por peligro de desprendimiento de rocas. Esta vez el cañón estaba abierto y les esperaba una mañana preciosa. Y así fue, Sara no daba crédito a tanta agreste belleza de paisaje, recorrido con la Touran. En muchos momentos Sara pasaba miedo al ver que la sinuosa carretera atravesaba zonas en las que había restos de desprendimientos. Había en el ambiente cierta dosis de temeridad, pero la carretera estaba abierta. Y así,  ese día se adentraban en las tripas de Añisclo, haciendo parada a medio camino para visitar la ermita de San Húrbez y terminando en una agradable comidad en la bonita terraza de aquel restaurante de Escalona con vistas a La Peña Montañesa. Por la tarde se deleitaron con un paseo por las inmediaciones de San Juan de Plan.

  Era sábado por la mañana, atrás quedó la excusión al cañón de Añisclo y David aún conservaba la sensación de plenitud que le había dejado su contacto con la montaña el día anterior. Había madrugado y miraba por la ventana mientras tomaba un café. La Peña las Once estaba nevada en su cresta, el paisaje de ese año era bestial de bonito comparado con otros años anteriores. Las diferentes tonalidades del verde, junto con la nueva y exuberante frondosidad debida las continuas lluvias del mes de abril, hacían que el valle de Chistau y toda la zona en la que estaban, estuviera mas colorida y bonita que nunca. Ese día tocaba ir a ver la garganta de Escuain, y la mañana prometía un gran día.

Habían visitado la garganta en un bonito recorrido de dos kilómetros sin apenas desnivel. Toda la familia estaba disfrutando del increíble paisaje y de ver a Sara disfrutar tanto. Sara era la pareja del hijo mayor de quien escribía este escrito, ella nunca había visto dicha garganta. Sara iba en todo momento delante con David hijo, era una chica curiosa, como mínimo mucho más que su hijo David, que muchas veces aprovechaba cualquier excusa para acortar el recorrido o para no terminarlo. Aunque otras veces David hijo lo hacía para esperar a su madre que casi siempre iba rezagada detrás y agarrada de la mano que del que ahora escribe esta historia. 

Al llegar al final del recorrido, mientras el resto de familia se dirigía hasta el coche, David charlaba con la chica responsable de la información del parque. David aprovechaba cualquier momento para entablar una conversación. Siempre lo hacía, como le había pasado el día anterior en el rio con la pareja de Valencia. Su curiosidad buscaba cualquier excusa para indagar y aprender.

  Y allí estaba, escuchando a una señora amante del parque, de la naturaleza, de los ecosistemas y del mundo de la ornitología. Una de las atracciones de la zona era  la presencia de quebrantahuesos. Entre otras cosas, le explicaba a David la masacre que los aerogeneradores estaban causando a las aves en toda España. Cada año morían miles de aves y muchas de ellas son aves protegidas por temas de extinción. No solo era la violenta masacre que las astas producían en el entorno aviar, además le explicaba que se alteraba el ecosistema natural de la zona donde eran implantados y lo mismo sucedía en los campos de placas solares, destruían brutalmente el ecosistema. David estaba leyendo en esos días un libro que hablaba de este tema, el autor mencionaba a Edward O. Wilson como un naturalista defensor acérrimo de los ecosistemas. Una de las cosas que decía dicho naturalista era que si desaparecieran todos los insectos y artrópodos terrestres, probablemente la humanidad no podría vivir mas allá de unos meses.

  Y así, párrafo a párrafo iba hilando el texto que le serviría para recordar aquella bonita coincidencia con la pareja de Valencia y que unos párrafos después explicaría como colofón final de esta narración, y que además le servían para ir escribiendo partes de su vida.

 David siempre solía llevar un libro en la mochila, y a ratos, cuando la familia de despistaba o estaba en otros quehaceres, seguía con su lectura. En aquel momento esta leyendo el libro “Cogitacions”. El autor, JoanDomènech, era un entrañable señor de 80 años y vecino de David, era toda una eminencia mundial en temas de biología, pero era aún más eminencia como persona y como ser humano.

                                       

 David sentía por él un respeto y una admiración supremos, más allá del que ya profesaba a todos los escritores que le permitían sumergirse en historias fascinantes y enriquecedoras. Para David, era un auténtico lujo poder *cogitar* a menudo con Joan Domènech sobre los temas que tanto le apasionaban.

Maria, la pareja de David, también tenía muy buena relación con aquel entrañable vecino, pero además era amiga de su mujer. La mujer de JoanDomènech también era una gran persona y a Maria, que tenía mas tiempo que David para socializar con la vecindad, le gustaba hablar con ella.

La edad y achaques de salud iban provocando que cada vez saliera menos a la calle. Sufría fibromialgia y esta dolencia la limitaba sobremanera.

  Y después del último párrafo volvía casi al final de esto escrito que conectaba con unos párrafos mas arriba cuando toda la familia se marchaba de Escuain. Ya subidos todos en el coche se disponían a buscar un lugar donde ir a comer. David hijo tenía un instinto insuperable en buscar restaurantes con encanto, y pasado el pueblo de Puértolas a medio camino hacia Escalona, encontraba un restaurante aislado y perdido en un punto increíble de aquella zona, con unas vistas preciosas al verde y agreste paisaje del pirineo aragonés. Una amplia terraza con mesas dispuestas para los comensales regalaba una panorámica extraordinaria.

                                   
  A la entrada al restaurante yo bajaba el último de la familia ya que me paraba para disfrutar del extraordinario paisaje, pero al llegar a la zona de las mesas de repente hoy una voz que decía;
 -Mira es el chico de ayer en el rio- 
yo me giraba y sonreía de oreja a oreja, al igual que lo hacía la pareja mientras nos mirábamos. No me lo podía creer, !era la pareja del día anterior en el río! Me hizo muchísima ilusión que nos encontráramos en compañía de mi familia, era como dar un paso mas en esa conexión que sentía que había. Ese encuentro se había convertido en otra de aquellas coincidencias que David coleccionaba, y que eran la excusa perfecta para escribir unas palabras e hilar un relato.

Poco más sucedió excepto un pequeño e importante detalle. Resulto que el chico había subido a Peña Montañesa y estaba muy contento de dicha excursión. Cuando me explicaba su periplo en la montaña le brillaban los ojos, me recordaba a mi mismo cuando hago mis montañas y lo explico a otras personas. En un momento dado, miré a la chica y le pregunté porque ella no le acompañaba, ella me contesto; 

- tengo fibromialgia y hay ciertas cosas que no puedo hacer, yo me quedo abajo esperando-. 

Algo revolvió el alma de David, era una mezcla de melancolía y alegría, melancolía por que él también tenía una pareja con una enfermad crónica que también le esperaba abajo mientras él subía montañas, y alegría, no solo por la coincidencia de habernos vuelto a encontrar, sino la casualidad de que la mujer del autor del libro que estaba leyendo tenía la misma enfermedad que ella y por la coincidencia de sensaciones y de logística que Carlos tenía al subir montañas. David no dijo nada, solo la miro a los ojos y le dijo que su mujer también tenía un enfermedad crónica y que también ella le esparaba a su vuelta de las montañas.

La comida transcurrió de una forma fascinante y agradable, viendo batallas de un gato valiente, un zorro muy poco audaz y un quebrantahuesos que no pudo quebrar a un gato, pero esa es otra historia.

David ya maquinaba su próxima narración, por eso en el último minuto, cuando la pareja ya se iba, David se levantó y se acercó rápidamente hacia ellos para pedirles sus nombres, se llamaban Carlos y Bea.

También les dijo que tenía un blog donde escribía y que algunos de sus escritos versaban sobre historias conectadas y entrelazadas por coincidencias. Eran historias reales que le servían para ir hilvanando una especie de biografía que compartia con personas que le gustaban.

Sus pensamientos otra vez iban por libre, con todo tipo de ideas, pero la idea central era, “que bonito sería que algún sábado por la mañana y casualmente aparecieran Carlos y Bea por Arco de Triunfo”.

Aunque también le rondaba el pensamiento causal, “David escríbelo al final del texto, si algún día Carlos o Bea leen tu narración sabrán donde encontrarte para tener o terminar una conversación gratis”

Era viernes, ya había pasado una semana desde los hechos narrados en este escrito, al día siguiente a las once y media de la mañana y como cada sábado estaría durante dos horas a los pies del arco de triunfo sentado en una silla, leyendo un libro, frente a una silla vacía con su cartel cuidadosamente elaborado con el texto “Conversaciones gratis”. Quien sabe? Tal vez algún día surgiría otra coincidencia que sentaría en la silla vacía a Carlos o a Bea.

domingo, 13 de abril de 2025

BURN OUT


 Nunca os habéis equivocado? Siempre os exigís mucho en todo? El como te lo tomes o como lo afrontes puede ser una de las primeras causas, junto a otras muchas, de lo que mas adelante se convierta en lo que algunos expertos llaman BURN OUT. Por suerte y en mi caso, tal vez por la forma en que afronto las cosas que me pasan, o tal vez porque no me haya dado cuenta, no recuerdo haber pasado nunca dicho trastorno. Si que he tenido momentos de tensión, ¿Quién no los ha tenido?, pero nunca al limite de que lo que me pasa en el trabajo o en otros entornos, tal vez en el deportivo, condicione cualquiera de mis otros entornos vitales como la familia, amigos u otros hobbies.

 Desconozco el motivo y tal vez sea casual, pero llevo unas semanas encontrándome con personas cercanas a mi, tanto en mi entorno de barrio y vecindario, como en mi entorno laboral, que sufren este trauma. Además desde que colaboro con las "Free conversations", de mi amigo Adrià, muchas personas se nos acercan a contarnos sus historias. Muchas veces estas personas nos cuentan historias que ni siquiera se atreven a explicar a sus personas mas cercanas. Por eso nos las cuentan, porque saben o creen que no vamos a juzgarles y que nunca mas nos van ver. Son personas de todo tipo, desde la profesara de universidad que ya no puede mas y está de baja por ansiedad o Burn Out, o la responsable de RRHH de una importante empresa que en su afán de dar lo mejor a los trabajadores choca con la dirección de la empresa hasta que ella misma acaba en baja por dicha dolencia, o como aquella historia de aquellos compañeros de trabajo que de repente saltan a gritos entre ellos como nunca antes lo habían hecho, gritos que media empresa escuchó sin dar crédito a lo sucedido.

Hay días en los que trabajar bajo ciertas decisiones o formas de dirigir puede agotarte hasta la última gota de motivación, por eso es bueno ir soltando la tensión antes de que se acumule y perdamos el control. El burnout no surge solo por exceso de trabajo, sino por la sensación de invisibilidad, la falta de coherencia, la comunicación fracturada o dicha tensión acumulada. Pero incluso en esos momentos, la inteligencia emocional y cierta calma, puede ser un faro.

Detrás de un jefe o jefa que parece empeñado en complicarlo todo, también hay personas que pueden sentir miedo, presión o simple desconocimiento. No es excusa, pero es una realidad. Cuando eliges responder con claridad (sin resentimiento), cuando propones soluciones en lugar de solo señalar problemas, o cuando modelas el respeto que exiges, algo cambia. No siempre, pero a veces si.

Los líderes también aprenden de su equipo. Si tu actitud demuestra que la productividad florece donde hay escucha, reconocimiento y sentido común, puedes —sin cargar con esa responsabilidad— inspirar un cambio. No es tu obligación "arreglarlos", pero sí una oportunidad para proteger tu bienestar y, quizá, sembrar un mejor entorno para todos. Una de las formas de combatir el burnout podría ser con límites, sí, pero también con pequeñas revoluciones de ejemplo.

Hoy en mi intento de escribir dicha palabra bien grande y de la forma kilométrica, corriendo con un GPS, para dar visibilidad a este tema, ha habido de todo; fallos de GPS, posiblemente fallos míos por parar a beber agua en una fuente y dejar el GPS en pausa durante unos metros,...pero posiblemente otros con un nivel mayor de exigencia no se hubieran atrevido a publicarlo, por el miedo al que dirán. Este es otro de los motivos de Burn Out, exceso de exigencia y de querer agradar siempre a los demás.

En fin, a cuidarse mucho, no dejemos que nuestros de trabajos o ciertas pasiones y la exigencia que en ello ponemos piloten el resto de nuestros ámbitos vitales como la familia, los amigos, el entorno. Cualquier técnica o prevención que utilicemos no podrá evitar casos puntuales de Burn out, pero muy probablemente si que podrá reducir sus efectos.

domingo, 30 de marzo de 2025

Relato de un legado

 Había sido un mes de marzo con mucha paciencia de Mohamed con David. Mohamed estaba de Ramadán, y David, que siempre estaba de broma, casi todos los días de ese mes, le acercaba el vaso de café para que lo oliese. Mohamed sonreía y aguantaba con serenidad las bromas diarias de David. Sentían mutua admiración, y Mohamed sabía que, al margen de las bromas, David era una persona profundamente respetuosa.  

 El mes había pasado rápido, al menos para David, no tanto para Mohamed. Era lunes, el Ramadán había terminado y todo volvía a la rutina. Mohamed se presentaba sonriente frente David con un café en la mano para que viera que ya había terminado la penitencia, y David recordaba la charla del día anterior con los entrañables padres de Noe. 

 Recordaba como petit, el padre Noe, le explicaba que uno de los últimos deseos de Noe había sido tomar un café.

 Y así empezaba a escribir estas palabras basadas en una historia real, o no, donde un accidente de coche rompía todas las expectativas, donde el amor fue la única alternativa y donde un café y una copa de cava fueron algunos de los últimos deseos de Noe.

 Llevaba años soñando con aquel lugar, con aquel viaje, de hecho, llevaba mucho tiempo preparándolo.

 No se le podía escapar ningún detalle, tenía la total determinación de que el viaje sería solo de ida. Aunque se quedaba en casa, todos sabían que se iba muy lejos, y que probablemente no volverían a verla nunca más.

 Había tomado la determinación de dejarlo todo, y trascender a aquel paraíso preparado especialmente para ella, a aquel lugar que pocos conocían.

 Nada podía fallar, por eso había dejado las tareas de preparación a cargo de sus personas de mas confianza, sus padres, su hermana y sus sobrinas.

 Tenía que ser un lugar totalmente hermético a molestias e interrupciones externas, su paraíso debía ser así, por eso ese trabajo se lo dejó a su padre, conocido como “Petit”. 

 Petit estaba jubilado, había sido un constructor de la zona y era todo un experto en albañilería y edificación. 

 En cuanto al lugar y el paisaje que ella buscaba, debería ser azul con un cielo limpio de nubes, tal vez con un sol y una luna, donde se viera todo un universo de estrellas, constelaciones y todo lo que su imaginación había llegado a desear, todo ello presidido y velado por un hada.

Las personas que Noe había elegido para prepararlo todo eran casi alquimistas, habían convertido un tubo de uralita en todo un paraiso para ella.

 En cuanto al que escribía estas palabras, solo le desearía buen viaje. Lo haría a su forma, corriendo y escribiendo su nombre en uno de sus maratones improvisados de un día para, pero con la mas absoluta conciencia y con todo el sentido.

 Ella le había enviado una carta en la que le trasmitía su gratitud por aquella iniciativa de las piedras viajeras. Sería el  último mensaje que ella le escribiría, al igual que otros muchos que envió a toda su trupe de personas queridas.

 Noe probablemente ya no lo recordaba, o tal vez si, pero antes de sus piedras viajeras hubo otras piedras, las piedras viajeras “The sky is the limit”. Dichas piedras habían trascendido a unas piedras en blanco, que solo Xavi y David recordaban. Nna, la chica que pintaba las piedras les había dado una gran lección, a Noe ya no le hacían falta unas piedras con elaborados y preciosos dibujos, debía ser ella misma quien las pintase y les diese color y sentido. Por eso las últimas piedras que Nna entrego a Noe a través de David y Xavi estaban en blanco.

 Noe les daría color para que emprendieran un nuevo viaje siguiendo “El camí de la papallona”.

 El que escribía recordaba el motivo por que Xavi había ido a buscarle años atrás. Xavi tenía una paciente que le pedía ayuda para trascender. Corría el año 2014.

 Aquellas piedras blancas sin  dibujos solo fueron la última excusa para aplazar unos años su último viaje. Piedras que más tarde le suministraría su padre y que luego ella pintaría con ayuda de su madre.

 Al final lo consiguió, tras ocho años disfrutando del camí de la papallona, Noe decidía que ya era hora de volver a plantearse aquel último viaje. Para ella había llegado el momento de devolver todo el amor que ella había recibido de su familia.  Casi tres años duraron los preparativos para regalar a su familia su vida, la daría por ellos, para su descanso y en gratitud por todo lo que ellos habían hecho por ella.

 Y lo hizo, de la forma mas natural que pudo, sin apenas llantos ni tristeza, simplemente como el que se marcha de viaje con la ilusión de descubrir un lugar mágico.

 El que escribía este texto tenía pendiente una charla, sentía la necesidad de volver a ver a los papás de Noe. Ellos dos eran parte de ese círculo cerrado de personas por las que sentía un especial aprecio, y así se lo quería demostrar y así se lo demostraría en años venideros. 

 Y otra vez se presentaba frente a aquel portal. Como otras muchas veces tocaba al timbre del tercer piso, con la ilusión de volver a  verles, de volver a ver esas miradas de gratitud sincera y mutua, por las experiencias vividas. Además, y por parte del que tocaba al timbre, expresar su admiración por unos padres que lo habían dado todo.

 Y a los pocos minutos ya estaban inmersos en recuerdos de Noe. Dolors le explicaba anécdotas con Petit y Noe, como aquellos días en que las dos se iban de compras.

 Cuando llegaban a casa dejaban alguna de las  bolsas de ropa nueva en la puerta de entrada para que su padre no las viera, cuando Noe estaba dentro, su madre cogía las bolsas disimuladamente y las introducía a escondidas.

 Su padre era increíble, el que escribía se reía mucho con él. Cada vez que madre e hija volvían de pasear Petit se desesperaba; "Ja heu tornat a comprar, ostia puta!!!

 Cuando salían de compras y la silla la llevaba su madre se paraban en todas las tiendas. Muy distinto era cuando el padre era el  que pilotaba. Pasaba rápido por las tiendas y Noe se desquiciaba, giraba la cabeza todo lo que podía para mirar a su padre, pero Petit solo miraba al frente y corría a toda prisa para que Noe no viera las tiendas. Por supuesto que Noe ya sabía en cada momento donde estaba cada una de las tiendas.

 Y entre risa y risa, Petit lloraba mientras explicaba aquellos recuerdos que ahora eran anécdotas, pero a la vez los tres reían a carcajadas, tal vez de la vida, de lo puñetera en positivo que había sido Noe, de como lo tenía todo meticulosamente planeado, de como habían hecho aquel minucioso trabajo, cuyo centro era su alma mismo. Dolors se preguntaba; ¿Pero como lo pudimos hacer? Y además, lo hicimos tranquilos, no hubo lloros, era solo cumplir un deseo y llevarlo a cabo. Petit le explicaba lo que le decía aquel ultimo día a su hija; "Noe recorda que avui és l'últim dia que et dono d'esmorzar, recorda que després a dalt no et donaran d'esmozar". Y Dolors relataba como ese día Noe se había arreglado como lo hace una fémina de apellido Gaya, debía de ir mas guapa que nadie, ni siquiera su hermana le iba ganar en estilo de vestimenta.

 Petit le explicaba que tenía 56 años cuando su hija tuvo el accidente, curiosamente esa edad tenía David al escribir estas palabras.

 Y así terminaba aquel escrito, enlazándolo con el comienzo, y cuya finalidad era rememorar la figura de Noe y de su legado, como ejemplo de que el amor no entiende de límites ni de pérdidas; se reivindica en los gestos mas pequeños, aquellos que iluminan incluso la oscuridad. Como ese café y esa copa administrados a través de una sonda PEG como último deseo y brindis por la vida, o como ese padre que le acerca la taza de café y le humedece los labios con ternura y una chispa de cava.

 Noe eligió su camino, pero nos dejó un mapa y un legado —el de las piedras viajeras— para que nunca olvidemos que el amor también es una forma de eternidad, que incluso con la mochila mas grande cargada de piedras se puede conquistar la montaña mas alta.

Gracias por todo tu legado, gracias a ti muchas personas con limitaciones de todo tipo están viendo cumplidos muchos de sueños, como subir una montaña o encontrar un piedra mágica cargada con tu energía.


Pd a los lectores y al margen de este escrito:

Thich Nhat Hanh, era uno de los líderes espirituales que mas ha influido en occidente después del Dalái Lama, he rescatado uno de sus escritos, de su libro - Silencio, El poder de la quietud en un mundo ruidoso-, que enlazo con la figura de Noe Gaya Creus; 

"A veces la gente dice: !No te quedes sentado de brazos cruzados. Haz algo!. Te están instando a actuar. Pero a los practicantes de plena conciencia les gusta decir; ¡No hagas nada, quédate sentado ahí sin mas!. La no acción también es en realidad acción. Hay personas que no parecen hacer gran cosa, pero su presencia es crucial para el bienestar del mundo. La cualidad de su presencia hace que estén ahí para los demás y para la vida. Para ellas la no acción es hacer algo."

domingo, 23 de marzo de 2025

Free Conversations

Eran tiempos de denigración de la palabra. El poder de la imagología del momento todo lo trastocaba. Lo que antes significaba una cosa, ahora desde las altas esferas nos hacían creer que eran otras. A rearme lo llamaban salto tecnológico, a la censura se le llamaba plan de regeneración democrática, a mentir se le llamaba cambiar de opinión, la naturaleza de las cosas cambiaba simplemente con cambiarle el nombre. Parafraseando a Byung-Chul Han en du libro Infocracia, "El régimen de la información era una nueva forma de gobierno".

En medio de ese ruido, David volvía a perderse en uno de sus mundos. Le pasaba a menudo cuando pensaba en cómo hacer su entorno un poco mejor. Era seguidor de la red profesional LinkedIn, una red que no dudaba en recomendar a los jóvenes que lo rodeaban. Fue allí donde descubrió Free Conversations, un proyecto que lo cautivó desde el primer momento. La idea de sentarse en un banco con un cartel que invitaba a conversar, esperando a que alguien se acercara para desahogarse, le pareció tan sencilla como profundamente humana. En un mundo donde las palabras parecían haber perdido su valor, este proyecto le recordaba que, en realidad, seguían siendo poderosas.

Sus hijos ya se habían independizado y desde entonces le pasaba por la cabeza adelantar el despliegue de alguno de los planes que tenía pensado realizar en su jubilación. Uno de ellos era dedicar más tiempo al proyecto Itinerarios Up Stones, que había creado junto a Cris y Xavi. Se trataba de ayudar, gracias a las sillas Joelette, a personas con limitaciones físicas a alcanzar cimas de montañas que nunca hubieran creído posibles. Era una experiencia que le llenaba el alma y le recordaba la importancia de dedicar tiempo a los demás.

En esa nueva etapa, sin sus hijos en casa y con la jornada intensiva que la pandemia del COVID le había dejado, tenía tiempo para pensar o realizar otras tareas al margen de su trabajo y su familia. 

Su mujer, Maria, que lo quería con locura, al igual que él a ella, muchos días se desesperaba de verlo en casa y además le ponía muy nerviosa que él quisiera participar de las tareas que ella realizaba. Habían sido muchos años con David trabajando largas jornadas y ella cien por cien dedicada a labores del hogar y de sus hijos. Era una época tan polarizada entre machismo y feminismo que el que escribía tenía que explicar que ese reparto de tareas había sido de mutuo acuerdo y cariño, y en algunos aspectos motivado por la enfermedad incurable de María.

Siempre había tenido la necesidad de dedicar una parte de su vida a las personas, tal vez al mundo o la sociedad, era donante de plasma y plaquetas, había creado con Cris Xavi el bonito proyecto de los itinerarios Up Stones, y ahora de repente aparecía un proyecto que tal vez le permitiría transitar parte de su tiempo a dicho proyecto. La idea de estar ahí, en un banco, dispuesto a escuchar a alguien que necesitara hablar, le pareció un acto de generosidad y humanidad que iba más allá de las palabras. Era un reto que lo emocionaba y que sentía que encajaba perfectamente con su deseo de dedicar parte de su tiempo a los demás. Además, seguramente surgirían sinergias que muy probablemente alimentarían a su colección de coincidencias.

Para el era todo un reto que colmaba su búsqueda de ese algo al que dedicar parte de su tiempo. No era para nada un buen orador, le gustaba mas escuchar o escribir, pero el toque de ayudar a los demás le atraía.

Y allí se presentaba con este escrito, lo colgaría en el grupo de WhatsApp, no sabía lo que pasaría al día siguiente, pero era su forma de presentarse ante unos desconocidos. 

Tal vez él sin darse cuenta estaba siendo una de esas personas que se paraban a conversar y explicar parte de su vida a unos locos desconocidos que osaban la temeridad de conversar.


Free Conversations

sábado, 8 de marzo de 2025

Escritos de tren , de Iván, de Biel, de David, de Sara o de Dris

   

Escritos de tren, de los peques que ya no son tan peques, escritos de lo cotidiano, de las personas que te encuentras, del paso de los días y de la relatividad de la dicha, la fortuna o de la satisfacción.

Biel era así, reía y reía sin poder contener la risa mientras observaba como David, el padre de su pareja, hervía en enfado consigo mismo por ser tan despistado, y lo era, y Biel lo utilizaba para burlarse de él.

Biel le escondía el teléfono móvil, y David buscaba y buscaba hasta la desesperación, entonces cuando estaba punto del enfado total escuchaba la carcajada de fondo, Biel volvía a repetir la broma del teléfono.

Estos detalles eran los que al final quedaban en el recuerdo. Biel había partido a Suecia e Iván estaba en Amberes centrado en sus estudios en vacunología, la casa ya no era lo mismo, el estudio, las bromas y las carcajadas habían sido sustituidas por cierto silencio, ella se refugiaba muchas veces en las grabaciones que desde Berlín le enviaba su gran amiga Silvia, o en sus rutinas cotidianas de cocinar, hacer las compras, dejar la ropa del otro hijo bien limpia y acompañar a su madre de vez en cuando en alguno de sus paseos, 81 años no eran pocos y había que disfrutar con ella cada día con mas intensidad.

El otro hijo, David, se encerraba en su cuarto y se perdía en su mundo secreto. Estaba a punto de terminar sus estudios en Marketing Digital y soñaba con independizarse. Muchos días llegaba Sara, la pareja del que estudiaba Marketing. La presencia de Sara venía cargada de cierta alegría, era una chica risueña y a veces despistada, cuando ella o Biel estaban en casa, María José o MJ, que era como la llamaba Biel, se olvidaba de su cruz y se reía con ellos, las guerras con su hijo David se apaciguaban y fluía un ambiente jovial. En la ausencia de Biel David padre aprovechaba el lado risueño de Sara para gastarle las mismas bromas que Biel le gastaba a él.

No sabía hacía donde le llevaría aquel escrito, inventado o no, pero quería ser inmortal, por eso escribía pasajes de su vida, cuando él muriera sus escritos persistirían hasta cierta eternidad. En aquel momento le apetecía escribir sobre lo cotidiano, de esos días que parecen siempre iguales, a los que muchos llaman rutina, pero que esconden muchos matices que al descubrirlos y apreciarlos nos hacen disfrutar en profundidad y plenitud del día a día.

Y pasados unos meses volvía a aquella parrafada escrita en ratos de tren, todo había vuelto a cambiar, pero todo era lo mismo, el paso inexorable de los días, del tiempo, de otro verano que acababa de terminar, del otoño que había pasado volando, de otro año que ya tocaba a su final y otra vez nuevas metas, nuevas ilusiones, nuevas ideas, otro día de lluvia, de diciembre con los pies fríos y un Tió por llegar.

Y todos los días la misma rutina, del trabajo, de las obligaciones, de las devociones a medio camino entre Sant Climent y Sant Boi, y en su trayecto muchos días Dris, el mendigo de la estación de tren, para sonreírle y cuya presencia le recordaban que, incluso en lo cotidiano, había historias que valían la pena contar.

Que historia habría detrás de Dris, ¿Qué periplos habría tenido que superar hasta acabar mendigando a la entrada de una estación de tren de Sant Boi de Llobregat?

Dris había llegado 12 años atrás desde Marraquech, allí había trabajo en varios sitios, en la industria textil, en encuadernación de libros y de paleta,...poco mas sabía de Dris, era la información que tenía de sus breves saludos.

Las mariposas siempre venían a su rescate, recordándole que incluso en la tristeza hay belleza. Ese día no estaba triste, pero sentía cierta melancolía, había sido un año complicado, era víspera de fiestas navideñas, y aunque la semana había sido bonita algo le angustiaba. Probablemente eran las fechas navideñas, que muchas veces nos enternecen, o ese día de lluvia melancólica, pero mientras miraba por la ventana del tren viendo llover algo le impulsaba a plasmar sus pensamientos inconexos en este escrito a propósito de lo cotidiano.

Su hijo pequeño Iván había vuelto a casa después de varios años estudiando fuera, pero sabía que en breve volaría de su hogar. En su trabajo ya eran varios los que se jubilaban, era un día despedidas de empresa, de comidas y de hacer balance. Él odiaba esos encuentros, siempre decía que el cariño y compañerismo se demuestran día a día todos los días del año, y no en una reunión de fiesta.

Mientras la vida familiar seguía su curso, otras historias, como la de las nadadoras sirias, le recordaban la fragilidad y la fuerza del ser humano. En 2015 dichas nadadoras en su periplo de emigración debido a una terrible guerra civil que asolaba a su país, salvaron la vida de una veintena de personas. La precaria embarcación en la partían desde Turquía hasta Grecia empezó a naufragar en medio del Mar Egeo, las hermanas nadadoras decidieron lanzarse al agua y nadar para aligerar y remolcar la embarcación.

Le acababan de comunicar a el "roto" el secreto de su nieto Iván, a sus 81 años y con cierta mentalidad enraizada en otra época, esa noticia era difícil de digerir, las expectativas son así, duras cuando no son lo que uno espera, y el "roto" no esperaba esa orientación. Aquella sociedad era así, ciertas condiciones u orientaciones sexuales aún no estaban verdaderamente asumidas por aquella sociedad que todo lo trivializaba, así como el aborto o la eutanasia, la pena de muerte, la pobreza y la riqueza, la guerra o la paz. Pero era el último día del año, y esa noticia era un bálsamo para toda la familia, por fin todo fluía con naturalidad, reinaba el equilibrio, el roto era mejor persona, mas libre, mas abierta y empezaba un nuevo año. Era una familia acomodada de Barcelona.

Mientras tanto, en otra parte no muy lejana, estaba Dris.

Todos los días le saludaba por su nombre, -Hola David, ¿Qué tal?, que vaya muy bien-, así era aquel hombre del vaso blanco de plástico y la bolsa blanca llena de paquetes de clinex, así era Dris. Semanas atrás el chico de la bici no había resistido la tentación de presentarse y de pedirle su nombre al son de un apretón de manos. Siempre que llegaba a la estación de ferrocarriles de Sant Boi allí estaba él, para regalarle su mejor sonrisa o el mejor de sus halagos, -que puntual que eres-, la falta de un diente incisivo lateral de su boca que no hacía menos bonito su sincero y alegre gesto, David le correspondía con una sonrisa mientras alzaba su bicicleta a toda prisa para bajar las escaleras de acceso a la estación.

No sabía el motivo, pero algo le gustaba de aquel hombre, siempre que le saludaba le llamaba por su nombre, por supuesto que David le correspondía con un sincero, -“¿todo bien Dris?”, a lo cual el que sostenía el vaso blanco vacío contestaba, -todo bien David-. Era evidente que Dris no estaba bien, no es justo, ni deberían existir personas mendigando para poder sobrevivir. David solía dejar uno o dos euros a cambio de aquella bonita mirada.



Un buen día sin que Dris se lo esperara David le acercó la mano y depositó en su palma un billete de 5€, - Dris me debes un café-, fueron sus palabras, fue un impulso inesperado, tal vez era una semilla a la espera de ver crecer una bonita historia, el ladrón de almas a la caza una coincidencia, un soborno sincero para empezar a escribir aquel texto que aún no había sido escrito. O tal vez sería una forma de hacer que el vaivén de los días no fueran mera rutina, un detalle para hacer otro día inolvidable.

Y seguían pasando los días, y en el momento de esta publicación en el blog, todo había vuelto a cambiar, lo cotidiano era diferente, ya no estaba Dris en la estación de tren, David e Iván ya se habían independizado. Llovía, y la casa estaba envuelta de otro tipo de melancolía, donde ya no habían bromas de Biel ni batallas de MJ con su hijo David, pero también había plenitud en aquella nueva cotidianidad. El paso de los días, de los años, había ido regalando todo lo que de jóvenes soñaban tanto el que escribía esta historia como a María José, MJ, su pareja, la mujer de su vida.

Y que es la vida sino eso, el paso de los días, de lo cotidiano, tal vez una colección de pequeños momentos, algunos felices, otros tristes, pero que son necesarios para ir escribiendo nuestra historia.

sábado, 15 de febrero de 2025

Historias de hospital, recuerdos de la mili, Carlos, Marina


Eran historias de hospital. Él se llamaba Carlos, sus amigos siempre le llamaban "Carlitus" y, muchas veces, simplemente le decían "Litus". Estaba ingresado en la habitación 722 del hospital de Bellvitge. El día anterior, se había fijado en una de las visitas de la habitación de al lado. Allí estaba ingresada la pequeña gran Marina, aquella niña, ya adulta, que tantas veces había sido protagonista de otros cortos relatos. El que la visitaba era el mismo que escribía esta historia.

Carlos se había planteado abordarle la próxima vez que viniera. La cara del chico que visitaba a Marina le recordaba a David, aquel chico con el que había coincidido treinta y ocho años atrás haciendo la mili en Sant Climent de Sescebas. Habían militado en diferentes regimientos: David era ingeniero, y Litus había ido a parar a artillería. Apenas se conocían ni habían estado juntos, pero saber que los dos eran de Sant Boi de Llobregat les generaba, en aquella época, cierta hermandad. Además, Carlos había sido compañero de clase de aquella chica, Roser, que había sido novia de David. Su primer amor fue Adela, en su infancia; su segundo amor fue Roser, en su adolescencia; y su gran amor, su amor final, era Maria, a quien llamaba así en sus relatos.

El que escribía llegaba junto a Maria y sus hijos a visitar a Marina, que, como otras muchas veces, permanecía ingresada en lo que ya era casi su segunda casa. Más de quince años de hospitales le habían concedido una cotidianidad y conocimientos en la materia que prácticamente equivalían a una doctorado en hospitales. Muchas veces corregía con acierto a enfermeras y doctores. Además, había aprendido, muchas veces a base de reveses, muchas experiencias de las diversas personas que, en tantos años, habían compartido habitación con ella. Este escrito era el resultado de una de esas coincidencias de Marina con personas que, al igual que ella, formaban parte de ese mundo de los hospitales. En este caso, la persona era Carlos, el Litus del comienzo de este escrito.


Su aspecto había cambiado radicalmente en tantos años. El tiempo había hecho mella en su vida y en su aspecto, pero en su espíritu, en su mirada, aún brillaba la ilusión del  adolescente que fue. La grisácea y larga barba habían impedido que David le reconociera o se fijara en él. Ninguno de sus conocidos tenía ese aspecto, pero Litus tenía claro que el chico que visitaba a Marina era David, y por eso le abordó decididamente.

—¿Te llamas David?
David no entendía a qué venía esa pregunta, pero, al mirarle a los ojos, le invadió esa sensación de hermandad como la que habían tenido décadas atrás en la mili.
—Soy Carlos, Carlitus, Litus para los amigos. Hicimos la mili juntos, y yo iba a la clase de Roser, la que fue tu novia.
Marina se agarraba a la barra de acero que soportaba el sistema de goteo de la bolsa de suero, mientras David y Litus se daban la mano y un abrazo.
—Cuida de mi sobrina —le decía David, como presentación del motivo de sus visitas.


Litus llevaba años sufriendo fibromialgia, y los últimos años de su vida no habían sido fáciles. Resultó que Litus se había convertido, con los años, en un personaje peculiar. Aún seguía siendo el niño de la mili. Guardaba en la taquilla y en los cajones del hospital bollos de pan que sustraía de las bandejas que las enfermeras dejaban en un rincón que él conocía, al igual que lo hacía en sus tiempos milicianos, cuando guardaba en las taquillas del regimiento las sobras de la comida. Litus era un experto en el "contrabando" de alimentos. Y Marina se reía cuando salían de paseo por los pasillos del hospital y Litus aparecía con los bolsillos cargados de comida: la mitad de contrabando y la otra mitad comprada con cariño para Marina, a la que cuidaba tal como su compañero de mili se lo había pedido.

Así había sido el personaje, la gran persona que había alegrado la estancia de Marina en otro de sus muchos ingresos.