Escritos de tren, de los peques que ya no son tan peques, escritos de lo cotidiano, de las personas que te encuentras, del paso de los días y de la relatividad de la dicha, la fortuna o de la satisfacción.
Biel era así, reía y reía sin poder contener la risa mientras observaba como David, el padre de su pareja, hervía en enfado consigo mismo por ser tan despistado, y lo era, y Biel lo utilizaba para burlarse de él.
Biel le escondía el teléfono móvil, y David buscaba y buscaba hasta la desesperación, entonces cuando estaba punto del enfado total escuchaba la carcajada de fondo, Biel volvía a repetir la broma del teléfono.
Estos detalles eran los que al final quedaban en el recuerdo. Biel había partido a Suecia e Iván estaba en Amberes centrado en sus estudios en vacunología, la casa ya no era lo mismo, el estudio, las bromas y las carcajadas habían sido sustituidas por cierto silencio, ella se refugiaba muchas veces en las grabaciones que desde Berlín le enviaba su gran amiga Silvia, o en sus rutinas cotidianas de cocinar, hacer las compras, dejar la ropa del otro hijo bien limpia y acompañar a su madre de vez en cuando en alguno de sus paseos, 81 años no eran pocos y había que disfrutar con ella cada día con mas intensidad.
El otro hijo, David, se encerraba en su cuarto y se perdía en su mundo secreto. Estaba a punto de terminar sus estudios en Marketing Digital y soñaba con independizarse. Muchos días llegaba Sara, la pareja del que estudiaba Marketing. La presencia de Sara venía cargada de cierta alegría, era una chica risueña y a veces despistada, cuando ella o Biel estaban en casa, María José o MJ, que era como la llamaba Biel, se olvidaba de su cruz y se reía con ellos, las guerras con su hijo David se apaciguaban y fluía un ambiente jovial. En la ausencia de Biel David padre aprovechaba el lado risueño de Sara para gastarle las mismas bromas que Biel le gastaba a él.
No sabía hacía donde le llevaría aquel escrito, inventado o no, pero quería ser inmortal, por eso escribía pasajes de su vida, cuando él muriera sus escritos persistirían hasta cierta eternidad. En aquel momento le apetecía escribir sobre lo cotidiano, de esos días que parecen siempre iguales, a los que muchos llaman rutina, pero que esconden muchos matices que al descubrirlos y apreciarlos nos hacen disfrutar en profundidad y plenitud del día a día.
Y pasados unos meses volvía a aquella parrafada escrita en ratos de tren, todo había vuelto a cambiar, pero todo era lo mismo, el paso inexorable de los días, del tiempo, de otro verano que acababa de terminar, del otoño que había pasado volando, de otro año que ya tocaba a su final y otra vez nuevas metas, nuevas ilusiones, nuevas ideas, otro día de lluvia, de diciembre con los pies fríos y un Tió por llegar.
Y todos los días la misma rutina, del trabajo, de las obligaciones, de las devociones a medio camino entre Sant Climent y Sant Boi, y en su trayecto muchos días Dris, el mendigo de la estación de tren, para sonreírle y cuya presencia le recordaban que, incluso en lo cotidiano, había historias que valían la pena contar.
Que historia habría detrás de Dris, ¿Qué periplos habría tenido que superar hasta acabar mendigando a la entrada de una estación de tren de Sant Boi de Llobregat?
Dris había llegado 12 años atrás desde Marraquech, allí había trabajo en varios sitios, en la industria textil, en encuadernación de libros y de paleta,...poco mas sabía de Dris, era la información que tenía de sus breves saludos.
Las mariposas siempre venían a su rescate, recordándole que incluso en la tristeza hay belleza. Ese día no estaba triste, pero sentía cierta melancolía, había sido un año complicado, era víspera de fiestas navideñas, y aunque la semana había sido bonita algo le angustiaba. Probablemente eran las fechas navideñas, que muchas veces nos enternecen, o ese día de lluvia melancólica, pero mientras miraba por la ventana del tren viendo llover algo le impulsaba a plasmar sus pensamientos inconexos en este escrito a propósito de lo cotidiano.
Su hijo pequeño Iván había vuelto a casa después de varios años estudiando fuera, pero sabía que en breve volaría de su hogar. En su trabajo ya eran varios los que se jubilaban, era un día despedidas de empresa, de comidas y de hacer balance. Él odiaba esos encuentros, siempre decía que el cariño y compañerismo se demuestran día a día todos los días del año, y no en una reunión de fiesta.
Mientras la vida familiar seguía su curso, otras historias, como la de las nadadoras sirias, le recordaban la fragilidad y la fuerza del ser humano. En 2015 dichas nadadoras en su periplo de emigración debido a una terrible guerra civil que asolaba a su país, salvaron la vida de una veintena de personas. La precaria embarcación en la partían desde Turquía hasta Grecia empezó a naufragar en medio del Mar Egeo, las hermanas nadadoras decidieron lanzarse al agua y nadar para aligerar y remolcar la embarcación.
Le acababan de comunicar a el "roto" el secreto de su nieto Iván, a sus 81 años y con cierta mentalidad enraizada en otra época, esa noticia era difícil de digerir, las expectativas son así, duras cuando no son lo que uno espera, y el "roto" no esperaba esa orientación. Aquella sociedad era así, ciertas condiciones u orientaciones sexuales aún no estaban verdaderamente asumidas por aquella sociedad que todo lo trivializaba, así como el aborto o la eutanasia, la pena de muerte, la pobreza y la riqueza, la guerra o la paz. Pero era el último día del año, y esa noticia era un bálsamo para toda la familia, por fin todo fluía con naturalidad, reinaba el equilibrio, el roto era mejor persona, mas libre, mas abierta y empezaba un nuevo año. Era una familia acomodada de Barcelona.
Mientras tanto, en otra parte no muy lejana, estaba Dris.
Todos los días le saludaba por su nombre, -Hola David, ¿Qué tal?, que vaya muy bien-, así era aquel hombre del vaso blanco de plástico y la bolsa blanca llena de paquetes de clinex, así era Dris. Semanas atrás el chico de la bici no había resistido la tentación de presentarse y de pedirle su nombre al son de un apretón de manos. Siempre que llegaba a la estación de ferrocarriles de Sant Boi allí estaba él, para regalarle su mejor sonrisa o el mejor de sus halagos, -que puntual que eres-, la falta de un diente incisivo lateral de su boca que no hacía menos bonito su sincero y alegre gesto, David le correspondía con una sonrisa mientras alzaba su bicicleta a toda prisa para bajar las escaleras de acceso a la estación.
No sabía el motivo, pero algo le gustaba de aquel hombre, siempre que le saludaba le llamaba por su nombre, por supuesto que David le correspondía con un sincero, -“¿todo bien Dris?”, a lo cual el que sostenía el vaso blanco vacío contestaba, -todo bien David-. Era evidente que Dris no estaba bien, no es justo, ni deberían existir personas mendigando para poder sobrevivir. David solía dejar uno o dos euros a cambio de aquella bonita mirada.
Un buen día sin que Dris se lo esperara David le acercó la mano y depositó en su palma un billete de 5€, - Dris me debes un café-, fueron sus palabras, fue un impulso inesperado, tal vez era una semilla a la espera de ver crecer una bonita historia, el ladrón de almas a la caza una coincidencia, un soborno sincero para empezar a escribir aquel texto que aún no había sido escrito. O tal vez sería una forma de hacer que el vaivén de los días no fueran mera rutina, un detalle para hacer otro día inolvidable.
Y seguían pasando los días, y en el momento de esta publicación en el blog, todo había vuelto a cambiar, lo cotidiano era diferente, ya no estaba Dris en la estación de tren, David e Iván ya se habían independizado. Llovía, y la casa estaba envuelta de otro tipo de melancolía, donde ya no habían bromas de Biel ni batallas de MJ con su hijo David, pero también había plenitud en aquella nueva cotidianidad. El paso de los días, de los años, había ido regalando todo lo que de jóvenes soñaban tanto el que escribía esta historia como a María José, MJ, su pareja, la mujer de su vida.
Y que es la vida sino eso, el paso de los días, de lo cotidiano, tal vez una colección de pequeños momentos, algunos felices, otros tristes, pero que son necesarios para ir escribiendo nuestra historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario