Serdan tocaba ya a sus 90, cada vez que aquel hombre miraba sus cuadros se le empañaban los ojos, destacaba la luz en sus lienzos, uno en concreto presidía la entrada al lugar donde pasaría mas de media vida.
Aquel señor mayor que tanto le había enseñado estaba afrontando la que sería tal vez su última década, mas de una trentena de años habían pasado desde que se conocieran, desde que se convirtiera en otro de sus discípulos y uno de sus mejores amigos. Conectaron desde el primer día, aquel diciembre de 1990 en que un joven con ganas de comerse el mundo se presentaba en las instalaciones de la que sería la empresa de su vida.