Eran tiempos de denigración de la palabra. El poder de la imagología del momento todo lo trastocaba. Lo que antes significaba una cosa, ahora desde las altas esferas nos hacían creer que eran otras. A rearme lo llamaban salto tecnológico, a la censura se le llamaba plan de regeneración democrática, a mentir se le llamaba cambiar de opinión, la naturaleza de las cosas cambiaba simplemente con cambiarle el nombre. Parafraseando a Byung-Chul Han en du libro Infocracia, "El régimen de la información era una nueva forma de gobierno".
En medio de ese ruido, David volvía a perderse en uno de sus mundos. Le pasaba a menudo cuando pensaba en cómo hacer su entorno un poco mejor. Era seguidor de la red profesional LinkedIn, una red que no dudaba en recomendar a los jóvenes que lo rodeaban. Fue allí donde descubrió Free Conversations, un proyecto que lo cautivó desde el primer momento. La idea de sentarse en un banco con un cartel que invitaba a conversar, esperando a que alguien se acercara para desahogarse, le pareció tan sencilla como profundamente humana. En un mundo donde las palabras parecían haber perdido su valor, este proyecto le recordaba que, en realidad, seguían siendo poderosas.
Sus hijos ya se habían independizado y desde entonces le pasaba por la cabeza adelantar el despliegue de alguno de los planes que tenía pensado realizar en su jubilación. Uno de ellos era dedicar más tiempo al proyecto Itinerarios Up Stones, que había creado junto a Cris y Xavi. Se trataba de ayudar, gracias a las sillas Joelette, a personas con limitaciones físicas a alcanzar cimas de montañas que nunca hubieran creído posibles. Era una experiencia que le llenaba el alma y le recordaba la importancia de dedicar tiempo a los demás.
En esa nueva etapa, sin sus hijos en casa y con la jornada intensiva que la pandemia del COVID le había dejado, tenía tiempo para pensar o realizar otras tareas al margen de su trabajo y su familia.
Su mujer, Maria, que lo quería con locura, al igual que él a ella, muchos días se desesperaba de verlo en casa y además le ponía muy nerviosa que él quisiera participar de las tareas que ella realizaba. Habían sido muchos años con David trabajando largas jornadas y ella cien por cien dedicada a labores del hogar y de sus hijos. Era una época tan polarizada entre machismo y feminismo que el que escribía tenía que explicar que ese reparto de tareas había sido de mutuo acuerdo y cariño, y en algunos aspectos motivado por la enfermedad incurable de María.
Siempre había tenido la necesidad de dedicar una parte de su vida a las personas, tal vez al mundo o la sociedad, era donante de plasma y plaquetas, había creado con Cris Xavi el bonito proyecto de los itinerarios Up Stones, y ahora de repente aparecía un proyecto que tal vez le permitiría transitar parte de su tiempo a dicho proyecto. La idea de estar ahí, en un banco, dispuesto a escuchar a alguien que necesitara hablar, le pareció un acto de generosidad y humanidad que iba más allá de las palabras. Era un reto que lo emocionaba y que sentía que encajaba perfectamente con su deseo de dedicar parte de su tiempo a los demás. Además, seguramente surgirían sinergias que muy probablemente alimentarían a su colección de coincidencias.
Para el era todo un reto que colmaba su búsqueda de ese algo al que dedicar parte de su tiempo. No era para nada un buen orador, le gustaba mas escuchar o escribir, pero el toque de ayudar a los demás le atraía.
Y allí se presentaba con este escrito, lo colgaría en el grupo de WhatsApp, no sabía lo que pasaría al día siguiente, pero era su forma de presentarse ante unos desconocidos.
Tal vez él sin darse cuenta estaba siendo una de esas personas que se paraban a conversar y explicar parte de su vida a unos locos desconocidos que osaban la temeridad de conversar.
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