domingo, 30 de octubre de 2022

Swimmers


  Llegaban temprano y con lo justo, amarraban las bicicletas en el paseo marítimo cerca de Espai de mar y bajaban a la arena. Otros llegaban en moto o en coche. Espai de Mar abría a las 10:00, pero a ellos les gustaba madrugar, compartían la pasión por la vida, por la familia, por el hogar y la por amistad, por eso madrugaban, para mantener un equilibrio de todo ello. Enterraban la ropa y las toallas en la arena, y se lanzaban al mar, eran sus famosos entierros y el remedio para poder nadar ligeros. El que escribía era el rezagado del grupo, provenía del mundo del running, y fue el chico de las bambas rojas el que lo conectó con el mundo de las aguas abiertas, su amigo de nuevo le abría otras puertas. El frio siempre le había atraído, y el agua siempre le había llamado de una u otra forma.

 No sabía porque nadaba, de hecho muchos días mientras lo hacía solo deseaba terminar, se repetía mantras para hacer más amena la travesía, "venga que ya has pasado el empedrado de Perejil", "vamos que ya has llegado al hotel W", "esto ya está hecho solo falta regresar", " va que ya se ve la piedra de Perejil", "venga dalo todo que ya es el último tramo, que ya llegas al espigón de salida",....no entendía porque bajaba a nadar si todo era sufrimiento y miedos, "como estará el agua", "¿aguantaré tanto tiempo sin neopreno?", "¿habrá medusas?",....no sabía la respuesta y siempre se respondía que le encantaba salir de su zona de confort, de su zona de seguridad, poner su persona al límite, disfrutar de la naturaleza en su estado más líquido, colmar aquel deseo de volar que muchas veces había soñado en su infancia, no sabía que le acerba más al hecho de volar, si el running o el swim.  A pesar de que salián en grupo, el acto de nadar en aguas abiertas le servía de introspección consigo mismo, el hecho de nadar a decenas de metros de la orilla le había enseñado a relajarse y a confiar en si mismo. Pese a que nadar en grupo le daba cierta seguridad y de que siempre se sentía arropado al nadar brazada con brazada con los compañeros, una vocecita muchas veces le decía que era el novato, era entonces cuando se aferraba al trabajo previo realizado de piscinas y más piscinas, era entonces cuando recordaba otras situaciones parecidas en las que había salido airoso,  o cuando se aferraba a las historias de agua que le había explicado su amigo Cesar o las leyendas y gestas que había escuchado de sus amigos marnadadores, aquel chico que cruzó el estrecho de Gibraltar con el traje roto, o el día en que Andrea nadó sin gafas de agua, o aquel día en tuvieron que sacar a Álvaro al punto de hipotermía,... Aunque el miedo a una rampa o a un percance en medio del mar había desaparecido,  aún se angustiaba cuando recordaba la cantidad de personas que seguían muriendo ahogadas en el mar en su búsqueda por un mundo mejor. Y cuando ya se le acababan los mantras y argumentos para animarse, entonces recordaba que 4 años nadando eran suficiente bagaje para haber experimentado todas las situaciones, y que aquella sería simplemente una más de las ya vividas y de las que estaban por venir.

 Escribía aquella parrafada de "Swimmers" para intentar dar respuesta al motivo que le empujaba a nadar, y al final caía en la cuenta de que además eran las personas con las que lo hacía las que le provocaban esa atracción. Eran esas personas y cada uno de sus bagages y peculiaridades lo que le conectaba con el agua. La historia de agua de cada uno de ellos era apasionante, y eso a él le cautivaba. Su tocayo David, aquel chico que  nadaba todo el año sin neopreno, Aleix que siempre tenía alguna palabra de ánimo para él y que tras esa aura relajada se escondía un verdadero delfín, José al que a sus espaldas muchos llamaban "tiburón", y que siempre intentaba corregir las brazadas del que escríbia, o Andrea, la chica "loca" del triatlón, la mami humana y perruna que tenía a todos cautivados con su eterna energía, y que ahora con Lluc era imparable, y como no el chico de las bambas rojas con el que tenía una conexión inexplicable apesar de sus grandes diferencias de carácter y de formas de hacer.

 Así eran aquellos Swimmers, cincuentones apasionados y amantes del fluir en el sentido más literal de la palabra, daba igual que fuera primavera, verano, otoño o invierno, ellos siempre nadaban, y él sin entender muy bien porque, siempre les acompañaba. Intuía que ese enamoramiento del nadar sería para siempre, por eso lo escribía para guardarlo y hacerlo eterno. 

 Así terminaba aquel escrito de los "swimmers" escrito por un "runner" en ratos de tren desde la capital y hasta Barcelona, atrás quedaba Madrid, terminaba aquel viaje precoz y necesario para regar sus raíces en aquel sepelio de la entrañable "tía Cati". Cuantos recuerdos había recuperado en aquella despedida, de aquella vital y vivaz tía que encontraba la felicidad en la simple cotidianidad, arroparía en lo posible a su tío Ángel y a sus primos, sobre todo a Lidia. En breve llegaría a su querida Barcelona. Era lunes, la rutina empezaba, llegaría a casa, cogería la mochila con todos sus enseres de trasiego, y ahí estarían otra vez sus chanclas y toda su equipación de agua, partiría a trabajar y después fiel a sus rutinas, acudiría puntual a la piscina, para seguir haciendo largos y más largos, para volver a anhelar el siguiente domingo en el que como buen amante de swim llegaría temprano y con lo justo para amarrar su bicicleta en el paseo marítimo cerca de Espai de mar y bajar a la arena a repetir el ritual de los entierros y del agua, y seguir, al igual que su tía Cati, encontrando la felicidad en la simple cotidianidad.

2 comentarios:

  1. Anónimo10/30/2022

    Qué bonito a David , mi madre era como tú , todo lo hacía con ilusión, ya fuera sencillo, cotidiano o repetitivo . Para ella era como una aventura totalmente nueva y se esmeraba en hacerlo como si fuera lo último que iba a realizar … en cierto modo ella sabía que nunca estamos seguros de qué va a pasar mañana. Miiraba y vivía cada día como la maravilla que es estar presente y vivo . Te quiero mucho David , gracias

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  2. Mil perdones y millones de gracias por este bonito comentario que ahora, siete meses después, me he dado cuenta que habías escrito.
    Sigamos presentes y vivos, como se fuera el último día, y divulguemos con cariño y orgullo lo aprendido de los que ya han partido.

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