Pero aquel escrito no versaría sobre Diego, aquel escrito versaría sobre la doctora que llevaría su caso.
No sabía su nombre, era un despistado en ese sentido, aunque ella hubiese llevado la etiqueta identificativa, él ni se habría fijado.
Había ido a su consulta unas 5 o 6 veces, era un tratamiento de meses y cada 10 o 15 días tenía que ir a que ella verificara el avance y cicatrización de las diferentes intervenciones.
No sabía el motivo, pero tenían muy buena conexión. Tal vez esa conexión era debido a que él de alguna forma la admiraba, admiraba que con esa juventud tuviera las cosas tan claras en una época tan complicada, y le encantaba la naturalidad que utilizaba para desplegar su trabajo.
Tenía una fabulosa trayectoria, era una reconocida y aclamada periodoncista, trabajaba como autónomo para la clínica, se estaba realizando haciendo lo que siempre había soñado, tenía apenas 30 años y una nueva vida florecía en sus entrañas. Siempre que acudía a las intervenciones, le hacía ponerse de perfil para ver el avance de la criatura. Su mujer tenía la misma edad cuando su hijo mayor David florecía en sus entrañas.
No tenían tiempo de hablar mucho, eran visitas odontológicas, pero él escuchaba atento las conversaciones que ella tenía con su asistente, Kerly, con quien también tenía buena conexión y alguna grata coincidencia. Aprovechaba cualquier descanso entre enjuague y enjuague para seguir hablando de montaña y de temas que compartían.
A él gustaba escribir historias cotidianas, que luego casi nadie leía, en muchas de sus historias aprovechaba parte de su colección de coincidencias para ir hilvanando un escrito que nunca sabía bien bien hasta donde le llevaría.
De aquellas cortas conversaciones iba extrayendo pequeñas coincidencias que serían las excusa perfecta para seguir escribiendo y para seguir dando toques mágicos a la rutina de sus días.
Resultó que ella había nacido en el mismo pueblecito donde él había pasado veranos y veranos de vacaciones con sus hijos. Muchos recuerdos se agolpaban en su cabeza de aquellos años de Camprodon, Setcases, Bastimens, Nou Creus,....en aquella época en que ella posiblemente ya empezaba a surcar montañas y probablemente ya soñaba con ser Odontóloga.
La misma semana en que ella le había dicho que era de Camprodon su hijo y Sara habían planeado pasar el fin de semana allí, el que escribía ni lo sabía, había sido una semana de hospitales visitando a Marina, que otra vez estaba ingresada, y no sabía que su hijo pasaría en Camprodon el fin de semana, despues de tantos años.....-Papá ¿os subís el domingo a Camprodon para recordar viejos tiempos?-
La mano derecha de ella se llamaba Genís, el mismo nombre tenía una de las personas que más tiempo pasaba con el chico que escribía este escrito.
Compartían aficiones y coincidían en muchas cosas, un día le preguntó su nombre, ella dijo María, resultó que María era el nombre que utilizaba muchas veces en sus escritos.
En cuanto a la asistente, Kerly, resultó que solía corretear y pasear habitualmente con su perro por Collserola, al igual que el que escribía que entrenaba habitualmente por Collserola, además Kerly vivía al lado del velódromo de Horta, en las afueras de dicho velódromo años atrás David había tenido sus mejores momentos deportivos, y para colmo de las coincidencias Kerly bajaba muchos días al mar, desde el mismo punto donde él lo hacía, Espai de Mar.
Le encantaba crear cortas narraciones de su vida cotidiana y jugar con su colección de coincidencias como hilo conductor. Muchas veces confundía los nombres que luego corregía, lo cotidiano era así, una suma de errores y aciertos que se van sembrando todos los días cotidianamente.
Mil gracias al equipo de ODAS por hacernos sentir seguros, acogidos y en buenas manos en vuestra clínica, estoy seguro de que la mayoría de vuestros clientes tienen esta misma sensación y opinión de vosotros.
Durante la lectura me he sentido atrapado en el relato, es como si a través de la lectura conectara con mi interior, con mis emociones y una parte de mí también se siente identificado con la perspectiva del protagonista, porque el autor nos abre los pensamientos y sentimientos del protagonista de una manera tan sencilla que es difícil no verse identificado en algún aspecto. Por eso soy defensor de libros, audiolibros, podcasts y videos de maestros, porque te obligan a tú imaginar y a conectar contigo. A diferencia de la televisión y redes sociales, que estimulan mucho pero solo enfocan la superficie. Y más cuando el autor se dedica a escribir de manera auténtica, sobre lo que de verdad importa. Gracias por tu aportación para con los que te rodean!
ResponderEliminarMil gracias Diego por este comentario, no lo había visto hasta hoy que me he puesto a poner orden en mi blog, aún no me he recuperado de la emoción en positivo del vídeo que me enviaste, y ahora me encuentro con este escrito que sigue remachando nuestra "chula" conexión. Por cierto me acabo de terminar un libro que te recomiendo y que ya te explicaré......
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