Coincidencia nº20 "Alas rotas y el quiosco de los sueños”
Y así sin saberlo
Anna, le regalo a aquel hombre un sueño perdido de su infancia. Hacía tiempo que ellos ya estaban conectados
de alguna forma, sin conocerse. Los hijos del que fue un crio ya llevaban años
entrando en la misma portería en la que
Anna vivía. Probablemente aquel chico que soñaba con volar y con salvar al
mundo así lo dejo escrito, a fuego para que algún día sucediera. Y así fue,
Anna solo se dejó llevar por su gratitud, por su ilusión y por su intuición.
Era un chico
bastante travieso pero a la vez tímido y despistado, siempre vivía en su mundo
secreto. Le encantaban los comics, las historias fantásticas y los cuentos,
todas las mañanas en su camino hacia el colegio pasaba por el quiosco de la
avda. Ronda San Ramón. Ese cubículo pequeño donde vendían todo tipo de deleites
para peques y adultos; chucherías, cromos, soldaditos, recortables, pequeños
juguetes, cuentos, comics, revistas, periódicos, tabaco o libros….. Ese pequeño
cubículo era punto de paso, de encuentro y de parada casi obligatoria. Lo regía
Manolo, un señor robusto con una gran tripa, con media voz rota por un cáncer
de garganta y con sobrada paciencia para aguantar a los niños que peseta a
peseta iban pidiendo las diferentes chucherías, y a algunos mayores que tenían el descaro de ojear las
revistas o periódicos sin comprar nada.
En su caminar o
corretear hacía el colegio no podía remediar pararse a mirar los cuentos, los
tebeos y los comics colgados de un cordel con pinzas de madera tras los
cristales del cubículo que hacía de quiosco. Aunque supiera que llegaba tarde
al colegio, era irremediable un minuto de parada en el trayecto para mirar esas
imágenes, eran combustible para sus historias, sus juegos y su universo.
Allí estaban sus
ídolos, héroes voladores, personaje de otro tiempo, príncipes, rescatadores,
enmascarados, vestidos de diferentes y llamativos colores, con poderes
sobrenaturales y dispuestos a salvar al mundo de la maldad y de la tiranía.
Esas imágenes e historietas le transportaban a su mundo y a sus sueños. Se imaginaba así mismo siendo uno de esos
personajes ficticios de tebeo, de comic o de cuento. Veía su propia silueta
volando sobre las azoteas, sintiendo esa sensación de flotabilidad en el vacío,
tocado por una brisa de aire fresco en la cara y en las manos, sabiendo que era
imposible sentir daño y con la capacidad de llegar rápido a cualquier parte del
mundo, para salvar a la humanidad o para cautivar a Adela, su amiga, su amada y
la princesa de su mundo. De ahí le venía su pasión por la gimnasia y los
deportes acrobáticos, era la forma más cercana de sentir la sensación de
volar, aunque solo fuera por un segundo
en el aire, era la forma más humana de asemejarse a uno de esos personajes
fantásticos colgados de un cordel tras los cristales de un quiosco.
A fecha de hoy, y
casi 40 años después el quiosco ya no está, su dueño venció al cáncer pero no
venció a la vejez. El quiosco permaneció cerrado durante varios años hasta que
un cambio urbanístico se lo llevó al igual que la vejez se llevó a Manolo.
En cuanto al chico, dicen que aún sigue correteando por
allí, y que ya no es el niño que era pero que sigue viviendo en su mundo. Dicen
que de tanto caer al vacío al final le salieron alas y aprendió a flotar en el
aire.
Ese chico se hizo
hombre, siempre que pasa por aquella zona se acuerda de él. Sueña con
encontrarle de nuevo y mostrarle que al final lo consiguió.
Los niños que
llevaban años entrando en la portería de Anna eran los hijos de ese hombre.
No pudo volar pero
consiguió tocar el cielo, no salvó a la humanidad pero consiguió salvar a su
mundo, no conquistó a Adela pero encontró a su princesa. Su silueta no cuelga
de un cordel detrás de los cristales de un quiosco, pero vuela en el mundo
secreto de otros niños que al igual que el sueñan con ser algún día el
personaje de algún cuento de ficción.
Si algún día vais a
una biblioteca o librería y buscáis un cuento para un niño, buscad los cuentos
de Ona escritos por Anna García. Ona os enseñará que incluso con las alas rotas
se puede llegar a volar. Es posible que
en alguna de sus aventuras encuentres a su lado a ese chico convertido en
personaje de ficción.
Sus hijos siguieron
yendo a la misma academia de inglés que hay en el bloque de pisos donde vivía
Anna. Siempre que veía a Anna recordaba esa bonita coincidencia que ya sucedía
antes de conocerse.
La hermana de Anna se independizó y se fue a vivir al número
300 de una calle de Barcelona. La coincidencia se volvía a repetir, resulto que
el mejor amigo de aquel hombre vivía en el número 302 de la misma calle.
Cuentan que el mejor amigo de aquel hombre además era el
chico de “Las bambas rojas”, pero esa es otra historia………..
Aquí encontrareis una segunda parte de la historia de aquel niño que soñaba con volar, mucho mas desgarradora que esta historia del quiosco de los sueños:
28-06-2021
La vida esta llena de sorpresas, resultó que Manolo no se llamaba Manolo, Manolo se llamaba Ángel, resulto que a Manolo no se lo llevó la vejez, Manolo aún vive, esta es la mejor de las sorpresas.
Aquel niño que soñaba con volar recibió una foto de aquel quiosco que en su niñez fue faro, deseo, ilusión y sueño.
Muchísimas gracias a Dolors Martínez y Manuel Rubio, y muchísimas gracias a todos los que lleváis semanas buscado una foto de aquel quiosco de los sueños.
Gracias David!! Me viene genial, Alex está empezando a leer ahora y es una buena idea para que antes de ir a dormir me los lea a mí ahora. Gracias!!!
ResponderEliminarMil perdones, no había visto ninguno de los comentarios de esta historia, y muchas gracias, me llena de ilusión aunque hayan pasado 4 años. A cuidarse mucho.
EliminarQué maravilloso es el prisma con el que miras a la vida!!
ResponderEliminarCada día aprendo contigo!
Te adoro David!!!
Pues n0 se quien eres, pero seas quien seas perdona por no haber leído antes es bonito comentario. Lo del prisma con el que miro la vida es un poco lo del vaso medio lleno o medio vacío, no vale la pena perder en tiempo en verlo medio vacío.
EliminarPrecioso texto, me encantó
ResponderEliminarPrecioso comentario, me encantó, de verdad de la buena.
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