Coincidencia nº5 “Las
tres cimas más altas del Pirineo”
Diciembre de 2010
En algunos de mis
escritos hago muchas veces alusión a la acción de correr. Es y ha sido siempre
una de mis pasiones, siempre ha habido una chispa inexplicable que me empuja a
seguir corriendo. Lo hago todos los días, de hecho es otro de mis medios de transporte.
Todos los días de lunes a viernes me desplazo de esa forma desde mi lugar de
trabajo hasta mi pueblo natal para comer junto
a mi madre. Recorro una distancia de unos 6Km a través de campos de
cerezos, senderos solitarios y caminos
de montaña seca, unas veces sobre polvo y piedra y otras sobre barro y agua. El
premio es una ducha rápida, una suculenta comida, un rato en compañía de mi
madre y mucha energía para afrontar el resto del día. Es mi válvula de escape
del trabajo y de muchas cosas.
La vida a veces da
vuelcos repentinos que hacen templar los cimientos de la persona. Muchas veces
los hechos superan toda expectativa y durante la fase de aceptación de esos
hechos te replanteas todo lo que haces.
Por suerte, y como
dice un gran amigo mío, “Somos optimistas por naturaleza”. Tuve varias
experiencias imparables de aceptación y espera, y esas experiencias me hicieron
perder la motivación para correr.
Me preguntaba porque
corría, ¿David porque corres?, ¿A dónde vas?, ¿Por qué tanto sufrimiento, tantos
madrugones y horas de tu vida?, si además es solo un hobbie y para colmo no vas
casi nunca a ninguna carrera, - Si no te gustan las carreras!!!
Era un martilleo en
mi cabeza, pero ahí estaba mi otro yo, el egoísta, el altruista, el que a pesar
de lo imparable me sigue impulsando. El yo de lo absurdo siempre encuentra
soluciones fuera de toda lógica para
proseguir y para justificar nuestro comportamiento. De esta forma llegué
a la conclusión de que seguiría corriendo para parar lo imparable, seguiría
corriendo porque es lo que me gusta. Seguiría corriendo ya que es una de las
formas de seguir conectado a la existencia. Quería demostrar con esa forma de
expresión, que es el correr, mi gratitud a la vida, las personas y la
naturaleza.
A pesar de que vivo
en Barcelona y me encanta que así sea, hay una parte de mí que muchas veces me
pregunta que hago viviendo en una ciudad. Es una parte de mí que tiene
tendencia a subirme hacía lo más alto, a buscar espacios naturales que me conectan
de una forma profunda al entorno, para ello siempre que puede me empuja a la
montaña.
Volvían a mi cabeza
recuerdos de mi niñez, siempre que llegábamos con mi familia a algún sitio y
delante había alguna montaña sentía la necesidad imperiosa de subir a lo más
alto para descubrir que había al otro
lado de la cima. Aún hoy, con casi medio siglo de existencia, sigo teniendo esa
necesidad siempre que me planto delante de una montaña.
Ya estaba decidido y
con esas tres premisas; mi gratitud a la
vida, las personas y la naturaleza, mi yo de lo absurdo me subiría a las tres
cimas más altas del Pirineo.
Dejaría un obsequio en la cima en gratitud a la montaña, en
gratitud a la vida, y lo dejaría allí arriba con la esperanza de que otra
persona lo encontrara, además subiría corriendo y dejando en el camino lo mejor
de mí. Con este pretexto seguiría corriendo, con ese pretexto sería imparable.
Toda esta idea
surgió en diciembre de 2010, cuando yo asistía a un curso de Inglés. De esos
cursos que vamos haciendo durante toda la vida y que nunca nos dejan
satisfechos con el nivel alcanzado. A
fecha de hoy aún sigo empeñado en aprender inglés. Aunque ya no asisto a
cursos, me conformo con escuchar textos en inglés muy de vez en cuando durante
mi trayecto al trabajo.
Ese curso de inglés
fue un curso muy especial. Conocí a una chica que pintaba y escribía sobre
piedras, era mi profesora. También para esta chica en un momento de su vida
todo perdió sentido y todo era cuestionable. Ella en vez de correr hacía lo más
alto decidió pintar piedras desde lo más
profundo. En el curso se generó muy buen ambiente, y la forma de impartir las
clases era realmente amena y divertida. Nos contábamos experiencias personales
y con el paso de los días el grupo estaba cada vez más unido. Nuestra profesora
nos contaba anécdotas de su vida y nos invitaba a explicar nuestras
experiencias. De vez en cuando nos traía esas piedras que ella pintaba, eran
realmente preciosas y los dibujos y escritos sobre ellas evidenciaban que era
un trabajo realmente hecho desde lo más profundo.
Todos los martes y
los jueves llegaba a Barcelona, me bajaba del autobús y me dirigía en mi
bicicleta hacía la zona de Colon. Frente al puerto de la zona del Maremagnum se
encuentra el edifico donde la patronal del sector metal imparte los diferentes
cursos a sus trabajadores. Ese trayecto desde plaza de España hasta Drassanes
me encantaba, me ponía los cascos con música y me desplaza con la sensación de
flotar entre coches, semáforos, pensamientos y peatones. Era genial acabar el
día con ese paseo y con esas clases de inglés tan especiales.
Fue seguramente uno
de esos pensamientos durante mis trayectos en bicicleta el que desencadenó que
yo le pidiera a mi profesora 3 piedras con el escrito “The sky is the limit”. Esas tres piedras serían el mejor regalo que yo ansiaba ofrecer a la vida, las personas y la naturaleza.
Muchas veces cuando
nuestros sueños se hacen realidad los colores son diferentes a como se veían en
el sueño, las sensaciones son distintas, solo la esencia permanece y esa
esencia del sueño inicial es la que nos llena y nos hace seguir soñando.
Finalmente mi sueño
se hizo realidad de la forma más bonita e increíble. Una de las piedras terminó
en manos del que muchos llaman Rey de la montaña, un tal Kilian Jornet, quien la
dejó en un lugar de los Alpes llamado La Jonction. Otra piedra acabó en manos
de Valentín Giró, alpinista, aventurero, gran persona y autor de un libro
llamado “La cumbre infinita”, quien la dejo en la cima del volcán Villarrica en
los Andes chilenos. La otra piedra es la que yo dejaría en Monte Perdido.
Como conocí a Kilian Jornet y Valentín Giró bien valdrá otro
escrito más adelante.
Marzo de 2011
Damos un salto en el
tiempo y nos situamos en semana santa de 2011. Allí estaba yo subiendo hacía
Monte Perdido con la primera de las tres piedras, en medio de un blanco de
nieve, completamente solo y con un viento increíble que hizo que desistiera de
mi intento de hacer cima. Pero decidí dejar esa piedra a media altura hacia la
cima. Fueron otras vacaciones geniales en compañía de mi familia.
Pasaron unos meses y
yo me preguntaba que sería de esa piedra “The sky is the limit”, ¿La habría
encontrado alguien?, ¿Seguirá en el mismo sitio?. Si la ha encontrado alguien,
¿Qué hará con ella?, ¿Se lo explicará a otra persona?, ¿tendrá la tentación de dejarla en otra cima?
Y así fue como mi curiosidad me plantó delante de mi
ordenador, cliqué en el icono del explorador de windows y teclee “The sky is
the limit”. Busqué y la magia surgió, no podía dar crédito!!!. Resulto que una
chica que se llamaba Amara Carvajal encontró la piedra!!! Y lo publicó en su
blog!!!!! Amara es restauradora de antigüedades, le encantan las piedras!!!!
No os cuento más, esto es lo que encontré internet; una
amistad con Amara para toda la vida y este link:
Marzo de 2016
Han pasado 5 años desde aquella primera piedra, ahora hay
piedras pintadas por las cimas de todo el mundo, piedras que van de mano en mano conectando a personas, proyectos, sueños e ilusiones,........desde los Pirineos hasta el Himalaya, pasando por los Andes, los Alpes, el gran Atlas Marroquí, la cordillera caucásica o el mismísimo Monte Fuji…………Hay un
montón de historias y anécdotas que se relatan por caminos, móviles y
ordenadores. Muchas de estas historias viajan al galope de una piedra siguiendo
el camino de una mariposa.
http://amaracarvajal.blogspot.com/2011/10/sky.html
http://amaracarvajal.blogspot.com/2011/10/sky.html
No so perdáis este video
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