domingo, 6 de marzo de 2016

Coincidencia nº5 “Las tres cimas más altas del Pirineo

Coincidencia nº5  “Las tres cimas más altas del Pirineo”

Diciembre de 2010

  En algunos de mis escritos hago muchas veces alusión a la acción de correr. Es y ha sido siempre una de mis pasiones, siempre ha habido una chispa inexplicable que me empuja a seguir corriendo. Lo hago todos los días, de hecho es otro de mis medios de transporte. Todos los días de lunes a viernes me desplazo de esa forma desde mi lugar de trabajo hasta mi pueblo natal para comer junto  a mi madre. Recorro una distancia de unos 6Km a través de campos de cerezos,  senderos solitarios y caminos de montaña seca, unas veces sobre polvo y piedra y otras sobre barro y agua. El premio es una ducha rápida, una suculenta comida, un rato en compañía de mi madre y mucha energía para afrontar el resto del día. Es mi válvula de escape del trabajo y de muchas cosas.

  La vida a veces da vuelcos repentinos que hacen templar los cimientos de la persona. Muchas veces los hechos superan toda expectativa y durante la fase de aceptación de esos hechos te replanteas todo lo que haces.

  Por suerte, y como dice un gran amigo mío, “Somos optimistas por naturaleza”. Tuve varias experiencias imparables de aceptación y espera, y esas experiencias me hicieron perder la motivación para correr.

  Me preguntaba porque corría, ¿David porque corres?, ¿A dónde vas?, ¿Por qué tanto sufrimiento, tantos madrugones y horas de tu vida?, si además es solo un hobbie y para colmo no vas casi nunca a ninguna carrera, - Si no te gustan las carreras!!!

  Era un martilleo en mi cabeza, pero ahí estaba mi otro yo, el egoísta, el altruista, el que a pesar de lo imparable me sigue impulsando. El yo de lo absurdo siempre encuentra soluciones fuera de toda lógica para  proseguir y para justificar nuestro comportamiento. De esta forma llegué a la conclusión de que seguiría corriendo para parar lo imparable, seguiría corriendo porque es lo que me gusta. Seguiría corriendo ya que es una de las formas de seguir conectado a la existencia. Quería demostrar con esa forma de expresión, que es el correr, mi gratitud a la vida, las personas y la naturaleza.
 
  A pesar de que vivo en Barcelona y me encanta que así sea, hay una parte de mí que muchas veces me pregunta que hago viviendo en una ciudad. Es una parte de mí que tiene tendencia a subirme hacía lo más alto, a buscar espacios naturales que me conectan de una forma profunda al entorno, para ello siempre que puede me empuja a la montaña.

  Volvían a mi cabeza recuerdos de mi niñez, siempre que llegábamos con mi familia a algún sitio y delante había alguna montaña sentía la necesidad imperiosa de subir a lo más alto para descubrir  que había al otro lado de la cima. Aún hoy, con casi medio siglo de existencia, sigo teniendo esa necesidad siempre que me planto delante de una montaña.

  Ya estaba decidido y con esas tres premisas; mi gratitud a la vida, las personas y la naturaleza, mi yo de lo absurdo me subiría a las tres cimas más altas del Pirineo. 

  Dejaría un obsequio en la cima en gratitud a la montaña, en gratitud a la vida, y lo dejaría allí arriba con la esperanza de que otra persona lo encontrara, además subiría corriendo y dejando en el camino lo mejor de mí. Con este pretexto seguiría corriendo, con ese pretexto sería imparable. 

  Toda esta idea surgió en diciembre de 2010, cuando yo asistía a un curso de Inglés. De esos cursos que vamos haciendo durante toda la vida y que nunca nos dejan satisfechos con el nivel alcanzado. A  fecha de hoy aún sigo empeñado en aprender inglés. Aunque ya no asisto a cursos, me conformo con escuchar textos en inglés muy de vez en cuando durante mi trayecto al trabajo.

  Ese curso de inglés fue un curso muy especial.  Conocí  a una chica que pintaba y escribía sobre piedras, era mi profesora. También para esta chica en un momento de su vida todo perdió sentido y todo era cuestionable. Ella en vez de correr hacía lo más alto decidió  pintar piedras desde lo más profundo. En el curso se generó muy buen ambiente, y la forma de impartir las clases era realmente amena y divertida. Nos contábamos experiencias personales y con el paso de los días el grupo estaba cada vez más unido. Nuestra profesora nos contaba anécdotas de su vida y nos invitaba a explicar nuestras experiencias. De vez en cuando nos traía esas piedras que ella pintaba, eran realmente preciosas y los dibujos y escritos sobre ellas evidenciaban que era un trabajo realmente hecho desde lo más profundo.

  Todos los martes y los jueves llegaba a Barcelona, me bajaba del autobús y me dirigía en mi bicicleta hacía la zona de Colon. Frente al puerto de la zona del Maremagnum se encuentra el edifico donde la patronal del sector metal imparte los diferentes cursos a sus trabajadores. Ese trayecto desde plaza de España hasta Drassanes me encantaba, me ponía los cascos con música y me desplaza con la sensación de flotar entre coches, semáforos, pensamientos y peatones. Era genial acabar el día con ese paseo y con esas clases de inglés tan especiales.

  Fue seguramente uno de esos pensamientos durante mis trayectos en bicicleta el que desencadenó que yo le pidiera a mi profesora 3 piedras con el escrito “The sky is the limit”. Esas tres piedras serían el mejor regalo que yo ansiaba ofrecer a la vida, las personas y la naturaleza.

  Muchas veces cuando nuestros sueños se hacen realidad los colores son diferentes a como se veían en el sueño, las sensaciones son distintas, solo la esencia permanece y esa esencia del sueño inicial es la que nos llena y nos hace seguir soñando.

  Finalmente mi sueño se hizo realidad de la forma más bonita e increíble. Una de las piedras terminó en manos del que muchos llaman Rey de la montaña, un tal Kilian Jornet, quien la dejó en un lugar de los Alpes llamado La Jonction. Otra piedra acabó en manos de Valentín Giró, alpinista, aventurero, gran persona y autor de un libro llamado “La cumbre infinita”, quien la dejo en la cima del volcán Villarrica en los Andes chilenos. La otra piedra es la que yo dejaría en Monte Perdido.






         
  Como conocí a  Kilian Jornet y Valentín Giró bien valdrá otro escrito más adelante.

   Marzo de 2011

 Damos un salto en el tiempo y nos situamos en semana santa de 2011. Allí estaba yo subiendo hacía Monte Perdido con la primera de las tres piedras, en medio de un blanco de nieve, completamente solo y con un viento increíble que hizo que desistiera de mi intento de hacer cima. Pero decidí dejar esa piedra a media altura hacia la cima. Fueron otras vacaciones geniales en compañía de mi familia.

  Pasaron unos meses y yo me preguntaba que sería de esa piedra “The sky is the limit”, ¿La habría encontrado alguien?, ¿Seguirá en el mismo sitio?. Si la ha encontrado alguien, ¿Qué hará con ella?, ¿Se lo explicará a otra persona?,  ¿tendrá la tentación de dejarla en otra cima?

  Y así fue como mi curiosidad me plantó delante de mi ordenador, cliqué en el icono del explorador de windows y teclee “The sky is the limit”. Busqué y la magia surgió, no podía dar crédito!!!. Resulto que una chica que se llamaba Amara Carvajal encontró la piedra!!! Y lo publicó en su blog!!!!! Amara es restauradora de antigüedades, le encantan las piedras!!!!

No os cuento más, esto es lo que encontré internet; una amistad con Amara para toda la vida y este link:


 Marzo de 2016

  Han pasado 5 años desde aquella primera piedra, ahora hay piedras pintadas por las cimas de todo el mundo, piedras que van de mano en mano conectando a personas, proyectos, sueños e ilusiones,........desde los Pirineos hasta el Himalaya, pasando por los Andes, los Alpes, el gran Atlas Marroquí, la cordillera caucásica o el mismísimo Monte Fuji…………Hay un montón de historias y anécdotas que se relatan por caminos, móviles y ordenadores. Muchas de estas historias viajan al galope de una piedra siguiendo el camino de una mariposa.

http://amaracarvajal.blogspot.com/2011/10/sky.html

No so perdáis este video


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