A mi vecina Cristina,
Junio de 2022
tal vez Cris no lo recordaba, aunque el que escribía no lo olvidaba, se había prometido así mismo un escrito a Cristina y se lo había comunicado a una de sus hijas. El escrito no estaba completo, pero en el momento ya era suficiente para expresar su gratitud y leérselo a Cris en viva voz. Mas adelante con la ayuda de Maria Luisa y seguramente con charlas de otros vecinos dicho texto sería modificado.
Meses atrás había fallecido otra vecina, Débora, la señora que llevaba tatuado un número en el antebrazo y que al igual que Cristina escondía una vida apasionante. La providencia había sido mas justa con Débora que con Cristina, Débora fallecía la los 82 años, pero Cristina lo hacía a los 70 y después de un angustioso periplo de hospitales y tratamientos.
Un escrito sobre Débora lo encontrás en este link:
https://trapmisotraspasiones.blogspot.com/2022/02/a-proposito-de-belmonte.html
Cuando alguien se va deja un vacío que solo entienden y sufren las personas cercanas a la persona que se va, el paso de los años nos enseña que ese vacío lo vamos ocupando nosotros mismos con esa energía que nos van dejando los seres queridos que parten, hasta que finalmente somos nosotros los que partimos dejando nuestra energía en forma de recuerdos a nuestro entorno cercano. Dicha energía llega a cada una de las personas que han sido tocadas por la persona que parte, al menos así lo creía y lo experimentaba el hombre que escribía, el vecino de Cristina, que en aquel momento recibía parte de aquella energía que ella le había dejado. Así es el goteo del óbito y de la vida, unos parten y otros nacen, pero la onda expansiva de los que parten se quedaba aquí, entre los suyos.
No era pena ni compasión, era una mezcla de cariño, admiración y gratitud por todo lo que ella de una forma u otra le había aportado, por eso escribía aquel escrito a Cristina, aquella vecina que en muchos instantes le había alegrado algún momento del día con un sencillo y alegre saludo al ritmo de una energética y sincera sonrisa. Muchas veces además charlaban, ella siempre le preguntaba por su mujer, Maria José, y eso a él le reconfortaba, tal vez las dos tenían una cierta conexión por padecer las dos difíciles enfermedades, aunque en el caso de Cristina era una enfermedad mas dura y angustiosa, pero esa conexión ya existía mucho antes de que Cristina enfermara. Muchas veces cuando María José llegaba a casa le explicaba que había visto a la vecina del estanco, como así la llamaban, y que era una mujer muy maja, le contaba pequeñas anécdotas de su familia, los continuos ajetreos de las comidas familiares, o alguna historia de sus amigas de paseo. Pero Cristina siempre había tenido algo especial, un aura alegre e incluso vigorizante, de esas personas que destilan algo diferente y que solo con mirarte te alegran el instante. Así era Cristina, una gota de agua dulce tal vez en un mar de agua salada.
Al que escribía, que además era coleccionista de coincidencias, no se le escapaba su conexión con Valladolid, toda la vida diseñando máquinas para Renault Valladolid, ahora era su vecina Cristina quien reforzada aún mas ese vínculo con Valladolid.
Había buscado por el barrio el encuentro con Maria Luisa, la amiga de Cristina, para enriquecer el escrito, pero con la marcha de Cristina la pena y el recogimiento habían sido mas fuertes que las ganas de salir a pasear. Maria Luisa llevaba meses encerrada en casa, era su forma de llevar el luto y la pena que tanto la asolaba. Todos domingos iba a misa, allí buscaba a dios y probablemente era otra forma de seguir conectada a su gran amiga Cristina. Por eso el texto no estaba terminado.
Casi primavera de 2023
Habían pasado unos meses, y aquel escrito seguía dormido a la espera del encuentro con Maria Luisa, la primavera tocaba a la puerta y bajo un sol radiante, el que escribía por fin coincidía con la gran amiga de Cristina, era domingo y ella volvía de misa. David no iba a perder la oportunidad de saludarla y recordarle a Maria Luisa que las personas queridas que parten seguramente estarían orgullosas ver que sus familiares y amigos siguen haciendo una vida, si cabe con mas energía, con mas entrega, con mas gratitud por haber tenido la suerte de haberlas conocido. Y así David se paraba frente a Maria Luisa, en su portería para saludarla y para rememorar a Cristina:
-Hola muy buenas soy David, un vecino de Cristina, al igual que usted tuve la suerte de conocerla y necesitaba que usted me hablara de ella para poder terminar un escrito que en su día le dediqué y que no pude terminar-
David escuchaba admirado mientras Maria Luisa le contaba anécdotas de la vida de Cristina, de la vitalidad que tenía y que repartía con los demás, de los paseos diarios y de la bonita etapa de su vida que pudo disfrutar junto a Cristina, los ojos de María Luisa brillaban de orgullo y admiración mientras hablaba de Cristina y de aquellos tres últimos años en los que ella no se separó ni un solo día de su gran amiga, acompañándola en cada sesión de quimioterapia y en muchos momentos duros, y otros de bonitos y que a pesar de la dureza con que la vida se ensañaba, disfrutaban de vez en cuando.
Maria Luisa también tenía palabras y escritos bonitos para Cristina y así se lo hacía saber al que escribía, este era uno de esos escritos:
"El cielo es el único que sabe cuántas lágrimas he llorado por tu ausencia porque ya no puedo verte ni abrazarte, ni escucharte, ni reírme contigo, porque es difícil aceptar que ya no estás aquí."
Maria Luisa le corroboraba al que escribía lo que el ya intuía, Cristina era una apasionada de la vida en todas sus facetas, no solo era una gran vecina sino que además era una mujer de bandera.
Una ausencia se apodera del vecindario, pero intentaremos colmar dicha ausencia intentando ser un poco como ella, que incluso en sus últimos momentos de angustioso periplo de hospitales y tratamientos, siguió dando lo mejor en cada saludo y en cada gesto cotidiano.
Descansa en paz Cristina, en tu querida Valladolid, donde naciste 70 años atrás y en el arropo de tu pueblo, Arroyo de la Encomienda.
Noviembre 2024
Ayer surgió una charla en el chat del vecindario, una tal Cris daba explicaciones y soluciones a problemas de los vecinos. Esa charla provocaba que yo me pusiera en contacto con Cris, y eso motivaría esta publicación final del texto a propósito de Cristina que en su día no llegué a terminar.
La verdad es que no se si por mi edad, no soy tan mayor, 55, pero cada vez soy mas despistado, el caso es que ya no recordaba que la hija de Cristina se llamaba igual que ella, Cris, y como no vive en la misma portería no la relacionaba con el vecindario, ni por supuesto con Andrés o Cristina.
En su día no llegué a publicar la primera versión de este texto en mi blog personal, ya que consideraba que era algo íntimo, simplemente lo imprimí en papel y se lo leí a Cris en el portal, despues lo modifiqué con algún aporte de Maria Luisa, pero ya no volví a entregárselo ni leérselo a Cris. Seguramente por no agobiar a la familia o por otros motivos que ahora no recuerdo. Además tenía el falso recuerdo o expectativa de que aquel escrito también habría llegado hasta Andrés, el compañero de Cristina. Resulto que no fue del todo así, Cris solo le explicó a Andrés que un vecino le había leído un texto a propósito de su mujer, pero no le había entregado el texto.
A veces las cosas llegan de forma inesperada y los que las vivimos tratamos de darles una explicación para darle sentido a lo que hacemos. Por eso creo que a este escrito, que ha dado mas de una vuelta hasta poder ser terminado, le ha llegado su momento y ese momento es ahora, cuando a penas faltan unos días para el cumpleaños de Cristina.
Además, publico este escrito para resaltar la importancia del ejemplo que nos trasmiten las personas mayores, que son fuente de sabiduría para todas las generaciones y que las trasmiten a sus descendientes, como ahora es el caso de Cris, quien ahora toma el relevo en temas vecinales y lo hace de la mejor forma, como lo harían sus padres.
Y por último expresar y agradecer la suerte de tener unos vecinos, muchos de ellos en edades de mucha sabiduría, con historias dignas de ser escritas. Y poner en valor la importancia de disfrutar de lo cotidiano, como un saludo o una sonrisa, o un simple gesto que nos alegra el momento, como lo hacía Cristina, todo ello mas allá de ese ritmo frenético y esas rutinas que muchas veces no nos dejan ver y valorar lo realmente importante.