domingo, 28 de febrero de 2016

Coincidencia nº15 “El chico de la bici”

Coincidencia nº15 “El chico de la bici”

  Hasta hace unos años siempre iba a mi trabajo en autobús. Trabajo en Sant Climent de Llobregat y ese rato de autobús era genial. Me encantaba aprovechar esa media hora para leer, escuchar la radio o simplemente observar el paisaje tanto de lo cotidiano del despertar de una cuidad, como de lo natural de un amanecer salpicado por torres de alta tensión, carreteras que se cruzan, o nubes multicolor.

 Para desplazarme hasta plaza España y coger ese autobús lo hacía en bicicleta, ya que ese era y es muchas veces, mi medio de transporte en Barcelona. Al llegar a Plaza España dejaba la bicicleta encadenada a una barandilla de acero cromado que hay en frente de la comisaría de los Mossos d’Escuadra, justo al lado del paso de cebra que da acceso a la escalinata y explanada  que hay delante de las torres venecianas del paseo de María Cristina. La bici permanecía todo el día allí hasta que yo volvía  por la tarde noche del trabajo. Bajaba del autobús y me desplazaba a los diferentes cursos que hacía por aquella época.

  Era una bicicleta de montaña muy sencilla de color azul con detalles en color amarillo. Me la regaló mi suegro, seguramente la consiguió en algún trapicheó o le tocó en alguna tómbola. El caso es que yo le tenía mucho aprecio ya que me desplazaba alegremente hacía donde yo le pedía.

  Ahora soy el chico de varias cosas, pero en aquella etapa predominaba era el chico de la bici. Siempre somos el chico o la chica de algo, con la gente que corro soy el chico de las piedras, en mi vecindario soy el chico de la bici, en mi familia soy el chico despistado, para otros soy mountain-man, en mi trabajo soy un bicho raro, y en este blog seguramente acabaré siendo el chico de las coincidencias. Normalmente somos muchas cosas, prácticamente todas las que nos propongamos, pero al final y en los diferentes entornos se destaca por la faceta que es menos usual en ese contexto. Ahora me desplazo en coche al trabajo, pero como mucha gente también lo hace, no soy el chico del coche.

  Un día llegué a Barcelona y desde la ventanilla del autobús mi mirada volvió a buscar la silueta de una bicicleta de color azul, pero esta vez solo había un vacío. La barandilla cromada estaba limpia, no había bici, ni cadenas, solo aire y la propia barandilla. No era posible, -¿Cómo es posible que roben la bicicleta justo delante de la comisaría de los Mossos?-¿Pero cómo puede pasarme esto a mí? con la suerte que siempre tengo!!!!-Decidí que seguramente en alguna otra parte alguien le daría un buen uso, esta explicación me dejó tranquilo y feliz. Es una manía que tengo, siempre que me ocurre algo malo o aparentemente malo, le doy la vuelta a la tortilla para darle un sentido positivo.

  Vivo en un bloque de pisos donde no hay muchos vecinos, en cada rellano hay dos puertas y yo vivo en un octavo piso. Es genial vivir en esa elevación, justo a la altura donde se ven todas las azoteas de alrededor, donde la vista alcanza el más allá, y donde cada mañana antes de salir de casa, me regalo ese paisaje y donde cada noche mi vista se deleita al ritmo de un cepillado de dientes.

  Conozco a todos los vecinos pero en aquella época no nos conocíamos ya que éramos recién llegados, además me iba muy temprano, y volvía muy tarde a mi casa, con lo cual el contacto era mínimo. De vez en cuando y a última hora del día me cruzaba a la entrada al portal con algún amable vecino que me sujetaba la puerta para que yo entrara con mi bici. Son gestos que me encantan, como saludar por la calle, decir hola o adiós al entrar o al salir de algún local, al cruzarme con alguien en la montaña, o corriendo por algún camino, en fin son gestos de reconocimiento que ayudan al otro, llenan a uno mismo y no cuestan nada. Por cierto practicando mucho esos gestos llegan a surgir coincidencias increíbles, tal vez esta que os estoy explicando sea el resultado de esos gestos.

  El caso es que la semana que me robaron la bicicleta deseaba tener otra bicicleta, deseaba que fuera plegable y vieja, de veras, lo deseaba para poder desplazarme y que la bici no llamara la atención.

  Al cabo de una semana cual fue mi sorpresa que al salir del ascensor y en el rellano del octavo piso me encontré con una bicicleta igual a la que yo deseaba. Abrí la puerta de casa y le pregunté a mi mujer si había visto la bicicleta, me dijo -Si, es para ti-.

 Resultó que los vecinos del segundo piso, un matrimonio con dos hijos de edades similares a los míos, tenían una bici que no utilizaban casi nunca y que empezaba a molestarles en el piso. La  iban a tirar pero se habían fijado en la parejita del octavo y en el “detalle” de que a menudo íbamos en bici. Seguramente también se habían fijado en otros detalles. Así que subieron al octavo piso para hacernos un regalo que para ellos se había convertido en un estorbo.

  Justo en el momento preciso, de forma casi automática y sin saber ellos nada del robo ni de mi deseo de conseguir una bicicleta igual a la suya.

  La vida está llena de coincidencias, probablemente somos su resultado. El reconocimiento y el cuidado de los demás y del entorno hace que dichas coincidencias sean muchas veces verdaderos regalos inesperados, solo hay que fijarse en los detalles, apreciar los matices, aceptar lo que eres, agradecer lo que tienes y celebrarlo todos los días, como cumpledías.



domingo, 21 de febrero de 2016

Coincidencia nº14 “El chico de las bambas rojas”

Año 2016

Hace cuatro años conocí al que hoy es uno de mis mejores amigos, tal vez el mejor, se llama Álvaro. Cada domingo subo corriendo desde mi casa, cerca de plaza España, hasta Collserola. Para llegar hasta Collserola he de hacer un recorrido por ciudad de unos 5 Km, tras el cual y desde uno de los puntos mas altos de Barcelona, Sant Pere Martir, parten infinitos itinerarios que permiten conocer cada rincón de esta bonita montaña. Pero esos recorridos y un montón de coincidencias y anécdotas en ellos sucedidas los dejaremos para otras historias.

Hoy solo me centraré en ese tramo inicial atravesando calles de Barcelona para llegar hasta Sant Pere Martir, y para concretar mas me centraré en el recorrido de vuelta.

A pesar de lo mucho que disfruto corriendo por la montaña, también soy un enamorado de la ciudad. Me encanta verla al despertar, cuando para unos termina una noche de fiesta o de trabajo y para otros comienza un nuevo día. Es genial ver las calles desiertas y a veces mojadas, bien por lluvia o bien por la tropa de limpieza de la ciudad, observar el deambular esporádico de algún corredor, o las últimas curvas trazadas en el andar de jóvenes animados y cansados, pero también deseosos de llegar a casa a dormir la mona, observar su cara, su aspecto, su ropa, pero no por cotilleo, simplemente por curiosidad y por imaginarme las vidas de esas personas, ¿que harán? ¿a se dedicarán? .Es algo que disfruto a la ida hacía Collserola pero también a la vuelta de mi entreno, cuando las piernas ya no pueden mas y aprovechan ese tramo de bajada para dar descanso al cuerpo, bajando el ritmo de entreno y volviendo a disfrutar de los detalles de una ciudad en plena ebullición donde ya no hay deambulares ni resacosos, donde ya se ve gente de paseo y algún que otro solitario corredor que al igual que yo vuelve de su rato extenuante y a la vez reconfortante.
 
Otra vez parque de Cervantes, Avda Diagonal, patinadores, corredores, gente sentada leyendo el periódico u observando el paso de la gente, de los coches, viendo mi paso, y entre ellos y justo en frente del Corte Inglés, un chico con bambas rojas. Mi vista se clavó de lleno en su aspecto risueño y luego en sus pies, !!!llevaba mis mismas bambas!!!!, unas bambas rojas muy llamativas que no se ven mucho por ahí, pasé de largo y casi sin mirarle le dije --"vaya bambas mas feas que llevas"--, nos miramos, el miró las mías y se puso a reír ya que, por supuesto, eran las mismas que las suyas. Cruzó la calle, y yo seguí mi camino hacía mi casa.

Era un chico al que yo nunca había visto, su aspecto me gustó y al ver que llevaba mi mismo calzado, mi intuición no pudo evitar hacer un comentario.

Al siguiente domingo volví a repetir mi rutina hacía Collserola, siempre subo solo y nunca se que recorrido haré una vez que llegue al punto de partida de los diferentes itinerarios. Hay domingos que estoy tan fundido en mis pensamientos que al llegar a casa no recuerdo el recorrido que he realizado.

Ese domingo subí como siempre, observando a mi alrededor y perdido en mis pensamientos, Calle Numancia, Diagonal, parque de Cervantes, Sant Joan de Deu, escales Hotel Abba, sendero directo a Sant Pere Martir, y a perderse por Collserola. Después son mis piernas las que me llevan por donde quieren mientras mis pensamientos vuelan a otra parte, y lo queda de mi simplemente observa el camino que trazan mis pies.
 
En medio de esos pensamientos, y en medio de mi observar vi una silueta que corría hacía mi, bajaba alegre y a buen ritmo, otra vez las bambas rojas. Resultó ser el chico de las bambas rojas del anterior fin de semana. Los dos sonreímos y a los dos nos pareció una gran y genial coincidencia. Desde entonces somos inseparables y desde entonces casi nunca subo solo a Collserola.

Resultó que Álvaro era amigo de un tal Roberto Heras, resulto que Roberto Heras fue quien nos animó a presentarnos con el proyecto de las piedras viajeras a GAES persigue tus sueños, resultó que ganamos, pero esa es otra historia digna de otro escrito.

En la vida, como en el trabajo y prácticamente en todos los ámbitos me guío mucho por simples coincidencias, a veces es un simple color, otras veces es un lugar o un hobby, otras puede ser una experiencia o una sensación parecida.

Mayo de 2021

Resultó que ese chico me presento a otras personas, resultó que ahora soy corredor y nadador, ¿Dónde estaría ahora si no me hubiera guiado por una simple coincidencia? ¿que habría sido de mi vida deportiva así como de la Álvaro si no me hubiera parado a gastarle una broma a un desconocido por una coincidencia de bambas?

Aquí tenéis foto del modelo de bamba culpable de esta amistad con Álvaro Urbano, la XR CROSSMAX NEUTRAL CS año 2012