El futuro de las empresas no es algo que simplemente ocurrirá; se construye hoy, con las decisiones de quienes lideramos los proyectos y las gestiones. Y en este momento, hay una tarea que es a la vez una urgencia y un privilegio: tender un puente sólido hacia las nuevas generaciones.
En mi empresa, una pyme familiar de 20 trabajadores con un producto muy especializado, somos guardianes de un "know-how" valiosísimo, acumulado durante años. Nuestra supervivencia y relevancia futura dependen de nuestra capacidad para grabar y transmitir ese legado. La vieja escuela, la que acaparaba el conocimiento como un secreto de estado para unos pocos, está muerta. No solo es una estrategia obsoleta, es un riesgo existencial.
La Transmisión como Misión Diaria
Hay que comunicar la experiencia con valentía y transmitirla con ilusión. Esto no debería ser una actividad extra, debería ser parte del flujo de trabajo. Se trata de regalar un poco de nuestro tiempo diario a los más jóvenes: explicar cómo trabajamos y, más importante, por qué lo hacemos así. Mostrarles la comunicación con los proveedores, la comunicación a través de los planos, o los ajustes mecánicos, las planificaciones, esos "secretos del oficio" que transforman un trabajo bueno en uno excelente. Esta no es una pérdida de tiempo; es la semilla de la innovación y la garantía de la calidad futura.
No Esperar a la Contratación: La Fuerza de las Prácticas
Y este puente no debe construirse solo cuando hay una vacante. Una de las vías más poderosas son los acuerdos de colaboración con institutos y universidades. Hoy, los trámites son más ágiles que nunca, con las instituciones educativas actuando como aliadas para un proceso fluido.
Dedicar una parte de nuestro esfuerzo global a acoger estudiantes en prácticas es una inversión estratégica con un retorno triple:
- Gana el alumno, que descubre el pulso real de una empresa y adquiere competencias que no se aprenden en las aulas. Para ellos poder aplicar lo aprendido en las aulas a un proyecto real le da un sentido aún mayor a sus estudios.
- Gana la escuela, que enriquece su formación con un flujo constante de conocimiento actualizado del mundo real. Además, le un cachet o un prestigio de aprendizaje a su sistema de enseñanza.
- Gana la empresa, que no solo se dota de una cantera de talento formada "a su medida", sino que recibe una inyección de frescura, nuevas perspectivas y conocimiento de las últimas herramientas y tendencias. Un estudiante en prácticas es un "antídoto contra la obsolescencia" para el equipo. Además, nos pone las pilas: cuando le explico a un becario por qué hacemos las cosas de cierta manera, muchas veces me redescubro a mi mismo, y otras veces ellos hacen preguntas incómodas o propuestas que nunca se nos hubieran ocurrido. Es una especie de mentoría inversa.
Hacer esto bien requiere verlo con perspectiva a medio plazo. Pero hoy, va más allá del altruismo: es una estrategia de inteligencia empresarial. Un buen programa de prácticas es la forma más efectiva de "probar" talento futuro, de conectar con la generación que está definiendo el mercado y de fortalecer nuestra marca como un empleador con propósito, algo crucial para atraer a los mejores.
¿El truco? no hay truco, es simplemente creer en ello, interiorizarlo, hacerlo con bondad, con el apoyo sincero y activo de la dirección, de cada responsable de departamento y de los RRHH. Por supuesto, con sacrificio y planificación. Sin este compromiso genuino, no valdrá la pena emprender este viaje.
Parte de esa bondad y de ese apoyo sincero se debería traducir en una compensación justa por el beneficio que la empresa recibe.
Pero si lo hacemos, no solo estaremos asegurando el relevo. Estaremos construyendo una empresa más resiliente, más innovadora y más humana. Al final, transmitir sin miedo y con ilusión no es solo una forma de trabajar; es la herencia más valiosa que podemos dejar y la apuesta más inteligente para nuestro futuro.
Pero si lo hacemos, no solo estaremos asegurando el relevo. Estaremos construyendo una empresa más resiliente, más innovadora y más humana. Al final, transmitir sin miedo y con ilusión no es solo una forma de trabajar; es la herencia más valiosa que podemos dejar y la apuesta más inteligente para nuestro futuro.